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La ultraderecha se decanta por Netanyahu para gobernar Israel

Benjamin Netanyahu tiene desde ayer el apoyo de 65 diputados para convertirse en el próximo primer ministro de Israel. Y el jefe del Estado, Simon Peres, tiene los días contados para intentar que ese futuro gabinete sea un Gobierno estable de unidad nacional, y no una suma de ultraderecha y partidos de la ortodoxia judía, susceptible de colapsar ante los retos pendientes y de naufragar en un par de años.

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Nueve días después de las elecciones, el jefe del Likud daba ayer un paso determinante en su camino hacia el poder al conseguir el respaldo del líder de la tercera formación más votada en los comicios, Avigdor Lieberman.

El dirigente del Yisrael Beitenu, -que con 15 escaños es la llave del Ejecutivo que está por venir-, acababa con el suspense de que se ha rodeado esta última semana al recomendar por la mañana a Peres que encargue la misión de formar Gobierno a Netanyahu. Ese mismo nombre era también el elegido durante la preceptiva ronda de contactos mantenida por el presidente israelí por los portavoces del Shas (11 diputados), el Judaísmo Unido de la Torá (5), y los religiosos ultranacionalistas La Casa Judía (3) y Unión Nacional (4), lo que matemáticamente pone ya en manos de Netanyahu la mayoría parlamentaria requerida para gobernar.

Y a Tzipi Livni, la candidata más votada el pasado día 10, en el peor escenario posible, ya que ningún partido manifestó su confianza en ella: ni tan siquiera los potenciales socios laboristas o los pacifistas del Meretz, que prefirieron abstenerse y castigarla por sus recientes coqueteos con la ultraderecha rival.

Con la posibilidad legal de encomendar ya a Benjamin Netanyahu la misión de formar un Gobierno, Simon Peres tratará hoy, sin embargo, de celebrar una reunión a tres bandas con el favorito y con Livni, en lo que supone un intento final por propiciar un gabinete de unidad nacional.