TRÁFICO. La Ronda de los Viñedos, añejo, castizo y jerezano por los cuatro costados, flanquea el barrio de La Vid de la ciudad. / CRISTÓBAL
Jerez

La ronda dedicada a esos viñedos jerezanos

La vía se convirtió en travesía de la ciudad desde los primeros años de la década de los cincuenta

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A un extremo de la calle hay algo parecido a un toro. Llegó a Jerez hace algunos años. Apareció mohoso, y ahora lo está mucho más por las humedades que ha traído el crudo invierno. Dicen algunos vecinos que tardarán en olvidar los malditos fríos que han llegado. Eso que es algo parecido a un toro también podría hablar de lo que es sentirse húmedo, pero todos dicen que prefiere callar. Justamente es en aquel lugar, en la rotonda del toro, donde nace la Ronda de los Viñedos, hasta llegar al Retiro.

Desde los años cincuenta flanquea la ronda el barrio de La Vid. Añejo, castizo y jerezano. Sin más. Barrio antiguo que se construyó para los muchos trabajadores de las bodegas de aquella época. Arrumbadores, toneleros, gente de la viña Todas labores del vino reunidas en un barrio. El viejo barrio de La Vid y de su Ronda de Los Viñedos, ahora muy distinta según cuenta Mari Carmen García. Está autorizada para hablar, pues afirma que llegó con cuatro años al barrio: «Ahora las cosas han cambiado mucho, hay ya otro tipo de vecinos que han ido viniendo, y los que quedan están ya muy mayores». Nada más llegar al barrio, su padre puso la confitería y aún andan despachando refrescos de dos litros -ahora sin el envase de vidrio que antes había que llevar-, paquetes de pipas de tamaño XXL y latas de atún traídas de cualquier lugar del norte. Manolo, que ha entrado en la confitería para comprarse unos caramelos de menta, le da la razón a Mari Carmen. «Y pon en el periódico que hacen falta semáforos. En Pío XII los pusieron hace poco, pero aquí andamos un poco olvidados. Los coches no miran a nadie y los pasos de peatones se los saltan que da gusto. Es más, aquí murió una señora, arrollada por un vehículo. Pero de semáforos nada de nada. Es de lo poquito que pedimos los vecinos», comenta un tanto efusivo.

Hace años

En la parte más antigua, donde se encuentran los arcos que dan entrada a los bloques blancos, están puestos los nombres de las viñas más conocidas del Marco de Jerez: Montealegre, Parpalana, El Carrascal, Tizón, Balbiana o Macharnudo. Falta El Majuelo, o al menos no lo vimos en el repaso que hicimos rápidamente. Inmediatamente llegan los recuerdos de lo que fue la Ronda de los Viñedos hace treinta años. A Manolo, de repente, le asaltan los recuerdos. Bajo su gorrilla campera comienza a decir que él nació en el barrio, «y tengo cincuenta y tantos tacos Fíjate si conozco el barrio». Así recordamos cómo en la ronda se podía jugar al fútbol porque, según cuenta el vecino, «apenas pasaban coches por aquí. Uno a cada rato. Ahora sería imposible. Mira no paran de pasar. Y el ruido que hacen. Esto es horroroso. Dilo, compadre, di que hay que poner semáforos».

De repente comienza a recordar la época de los kioscos. Cuando estaba El Cabeza con su ultramarino y más allá Angelita, que tenía golosinas. Justo en el centro había un kiosco de prensa y también estaba Lisardo, que tenía uno pequeño donde había de todo un poco. Eran otros tiempos. Como dice Mari Carmen, «ahora la gente se va a una gran superficie y compra para todo el mes. Así que, aunque se sigue vendiendo, ya no es ni mucho menos como antes».

Esotérico

Dejamos atrás los viejos tiempos. Vamos llegando a Las Viñas, otro de los barrios que se construyó a finales de los sesenta. Un gran azulejo recuerda a la Virgen de Las Viñas en el lateral de uno de los bloques. Se puede observar a más de cincuenta metros. Pero antes está la tienda de Manuel Ramírez. Quiromancia, esoterismo, elementos étnicos o cualquier artículo esotérico. Manuel lleva unos meses con este novedoso negocio. Muchas velas, algunas piedras, unos bongos, cosas a simple vista inconexas unas con otras. Sin embargo, Manuel se siente más gusto con la otra parte de la tienda. «Son los libros relacionados con Jerez», comenta. Además de comerciante, es investigador. Pertenece a la asociación de la Memoria Histórica de Jerez. Articulista, autor de libros de historia de la ciudad, colaborador en la radio de temas históricos. Un hombre polifacético. «No hay que aburrirse. Hay que estar siempre haciendo cosas», sentencia. Y así es como comienza a hablar de la ciudad, de la historia de cuando un toro entró en San Dionisio y se paró en la pila bautismal Leyendas e historias de ese otro Jerez que él conoce como nadie.

La tienda Oráculo es una propuesta interesante para los amantes de las ciencias ocultas y la futurología, y un lugar donde el Jerez de siempre se hace patente y presente. Donde no habita el olvido.

Al fondo escuchamos unas tijeras. Es justo al lado de la tienda de Manuel Ramírez. Se trata de Antonio Montes de Oca y de sus tijeras mágicas. Desde hace ocho años anda cortando el pelo a los vecinos del barrio que frecuentan su peluquería. Es para hombres y mujeres. Ahora están dos señores esperando un buen corte de pelo. Antonio comenta que «es un barrio muy bueno. Hubo unos años en los que había un ambiente más rarillo, pero todo eso pasó y ahora es un zona muy buena. Gente trabajadora. No vas a encontrar por aquí a nadie que no madrugue todos los días. Pero el barrio está muy bien», explica. Siempre un peluquero sabe más y mejor los entresijos de un barrio. Allí van a parar todos los vecinos y los comentarios siempre saltan. Sin embargo, Antonio está más pendiente de sus tijeras que de otra cosa. «Llevo más de 18 años con este oficio. Así que ya ves. Ocho años en La Vid y esperemos estar muchos más», dice.

La tarde se ha puesto fría y arisca. Las rachas de viento salen de los pasillos que se abren entre bloque y bloque. Pronto comenzará de nuevo la lluvia. No hay tregua este año. Los pisos de La Vid están más blancos que nunca. Limpios de tanto agua y algún verdín en las aceras. Todo está mojado. Ya llegarán tiempos mejores. La Ronda de los Viñedos parece querer decir algo. Sin duda, la uva palomino va a salir con más zumo que nunca este año. Agua no le ha de faltar.