TRIBUNA LIBRE

La retórica no alimenta

Madrid alberga estos días la Reunión de Alto Nivel para la Seguridad Alimentaria. Esta cumbre de Naciones Unidas da continuidad a la Conferencia sobre agricultura y alimentación celebrada en Roma en junio de 2008, que terminó con resultados muy decepcionantes. Seguramente Shaida Khatun no sabe que los países reunidos en Roma no fueron capaces de firmar una declaración final con compromisos claros. Ni que la FAO pidió entre 25.000 y 40.000 millones de dólares y los países ricos sólo comprometieron 12.300 millones de dólares. Ni que los desembolsos hasta la fecha son apenas una pequeña parte de esta cifra. Sin embargo, Shaida sabe lo que es ver pasar hambre a sus cuatro hijos. Vive en Manikganj, en el centro de Bangladesh, y hace poco nos contaba que sólo si su marido consigue algo de trabajo puede alimentar a sus hijos. «Se acerca el tiempo en el que mis hijos van pasar mucha hambre», se quejaba preocupada.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Como Shaida y su familia, 963 millones de personas pasan hambre en el mundo a diario. Uno de cada seis habitantes del planeta ve negado diariamente su derecho a la alimentación. En pleno siglo XXI mueren de hambre cada día 16.000 niños. Es como si en un solo día muriesen todos los menores de cinco años de La Rioja. Más de 50 millones de menores están amenazados por la desnutrición aguda.

Aunque el porcentaje de personas hambrientas ha ido disminuyendo, la subida de precios de los últimos años ha empujado a 100 millones de personas más a pasar hambre. Y la crisis está lejos de terminar, porque aunque los precios globales de los alimentos han caído en los últimos meses, en buena medida por el hundimiento de la demanda, siguen siendo mucho más altos que la media de los últimos años. Incluso llevan varias semanas subiendo de nuevo. Para millones de familias pobres que dedican la mayor parte de sus ingresos a comprar comida, esta situación es una tragedia.

Sin embargo, la erradicación del hambre no es una quimera. El mundo cuenta con recursos suficientes como para poder lograrlo. Sólo falta que los responsables políticos decidan que terminar con el hambre debe ser una prioridad. Con motivo de la crisis financiera los gobiernos se coordinaron y, en cuestión de días, desembolsaron miles y miles de millones de euros para rescatar a los bancos en apuros. ¿No deberían mostrar una pequeña parte de esta determinación para salvar del hambre a mil millones de personas? El coste, además, es calderilla comparado con lo que han dedicado al sector bancario.

Estamos pidiendo compromisos concretos y acciones inmediatas. Tan urgentes como el problema. Los países empobrecidos deberían impulsar programas sociales dirigidos a paliar el hambre crónica. Algunos ejemplos en Brasil, Etiopía o India muestran la eficacia de estos programas. Pero además deben protegerse de la volatilidad de los mercados, dotándose de reservas de granos básicos, y deberían asegurar que las políticas se dirigen preferentemente a los pequeños y medianos campesinos.

Sin embargo, la voluntad decidida de los países empobrecidos de luchar contra el hambre será insuficiente si no hay un compromiso real de los países donantes. Deben asegurar la financiación adicional, predecible y estable necesaria para apoyar estos programas. Y de poco servirán las promesas si no se establecen mecanismos para asegurar la transparencia y una buena rendición de cuentas de los ofrecimientos hechos. Pero no es sólo una cuestión de dinero, debe haber también una mayor transparencia en el funcionamiento de los mercados.

Para lograrlo, cualquier acuerdo que salga de Madrid, como la iniciativa para crear una Alianza Global para la Agricultura y la Seguridad Alimentaria, debe integrar y mejorar el funcionamiento de las instituciones de la ONU, asegurando que los países en desarrollo tendrán al menos el mismo peso que los ricos en el establecimiento de políticas sobre la agricultura, y que la sociedad civil, especialmente los campesinos y campesinas pobres, son escuchados y pueden influir en las decisiones que afectarán a sus vidas. Desde Intermón Oxfam creemos que la reunión de Madrid no puede terminar en más promesas vacías. La retórica de los líderes mundiales no va a alimentar a la familia de Shaida.