HOMENAJE. Barack Obama y el vicepresidente electo, Joe Biden, depositan flores, ayer, en la Tumba del Soldado Desconocido. / REUTERS
MUNDO

Martin Luther King sí se lo creyó

Estados Unidos celebra por primera vez en su historia el aniversario del activista afroamericano que no vivió para ver cumplido su sueño

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Muchos se siguen restregando los ojos de incredulidad, y a veces les ruedan lágrimas por las mejillas cuando se dan cuenta de que es verdad. Hoy, por primera vez en su historia, Estados Unidos celebrará el aniversario de Martin Luther King. El reverendo de Memphis que no vivió para ver cumplido su sueño, habría cumplido 80 años la semana pasada.

«Martin Luther King tenía fe en que ocurriría, él sí se lo creía», aseguraba tiritando el sábado Yvonnie Sorrell mientras veía pasar el tren de época en el que Barack Obama completó su largo viaje hasta Washington. El virtual presidente de EE UU saludaba desde la plataforma con una espléndida sonrisa de dentífrico que iluminaba los rostros de quienes les esperaban a lo largo de la travesía para llorar de emoción.

Mañana se instalará en una mansión llamada Casa Blanca, que se construyó con esclavos negros. De ellos desciende directamente su esposa y por lo tanto, sus hijas. Obama no arrastra en su alma las cadenas de esos esclavos que se deslomaban al servicio de la élite, pero es tan consciente de esa historia que la primera vez que ensayó su discurso para la Convención Demócrata de Denver, ocurrido en el 45º aniversario de que King pronunciase el Tengo un sueño, «tuve que parar porque se me hizo un nudo en la garganta al pensar en todas las mujeres que durante años tuvieron que sentarse en la parte de atrás del autobús o ir andando», confesó a la CNN. «Si piensas en el viaje que este país ha hecho no puedes evitar que se te encoja el corazón».

Una de esas mujeres era Portia West, que el sábado también tiritaba junto a las vías de tren en Claymont (Maryland) para ver pasar el sueño del reverendo King. «Nunca en mi vida pensé que llegaría a ver este día», sollozaba. No es un mero simbolismo. En los hoteles de Washington donde estos días se pagan 900 dólares (unos 700 euros) la noche, se nota una densidad de color poco frecuente en esos ambientes de la capital. Si gente como Portia West tiene que conformarse con un vistazo al tren de Obama, la burguesía de color ha llegado de todas las esquinas del país ataviada con sus mejores galas. Y dada la nueva realidad de Washington, muchos tienen entradas para las fiestas más codiciadas de estos días.

El diario The Washington Post recogía en su portada que «de la noche a la mañana los políticos o abogados negros son la propiedad más codiciada, recibiendo invitaciones a relieve dorado de gente que nunca antes les hubieran invitado a nada». Y es que la clase blanca en el poder está necesitada de amigos afroamericanos porque de pronto esas cenas que eran tan habituales en los círculos de poder resultan políticamente incorrectas.

Si George W. Bush trajo a Washington una inyección de empresarios texanos, con Obama llega el desembarco de la clase intelectual de Chicago en la que abundan afroamericanos. ¿Cómo invitar a Valerie Jarret, mano derecha de Obama en la Casa Blanca, a una fiesta de anglosajones? «Los negros han pasado de apenas estar en la lista de invitados E a estar a cargo de las invitaciones», decía el rotativo de la capital.

Sí, ser negro está de moda en Washington, pero aunque no le hubieran asesinado, el reverendo King sería ya demasiado viejo para disfrutarlo. ¿Significa eso que su sueño se ha consumado? Entre los que se lo preguntan estos días está la revista Black Voices, cuyo editor Jeffrey Douglas admitía en una entrevista que «hay una gran diferencia entre sueño y realidad». Puede que las élites negras estén encontrando el reconocimiento social que se les negaba, pero «allá abajo en Alabama, con sus racistas despiadados», como decía King, los negros comunes aún se sienten incapaces de despegar, atrapados por un nuevo yugo: las penurias económicas y los obstáculos para subir peldaños en la escalera laboral.

Demasiado exótico

A muchos de ellos les cuesta identificarse con el sueño que está viviendo Obama, cuya exótica experiencia vital como hijo de una mujer blanca de Kansas y un estudiante de Kenia, criado entre Hawai e Indonesia, tiene difícil eco en las vidas de nadie más. La de su esposa, Michel, descendiente de esclavos del sur y criada en un barrio negro de Chicago, es otra cosa. Por eso a ella se refieren con frecuencia como «una verdadera hermana».

Ambos han decidido que este Día de Martin Luther King sea diferente. De ahora en adelante, quieren que su pueblo no se lo tome como un día de fiesta más, sino que lo emplee en servir a la comunidad de alguna manera. Ayudando a los ancianos, de voluntario en un comedor de beneficencia o de cualquier otra cosa en línea con los valores del hombre al que se rinde homenaje este tercer lunes de enero. ¿Que a alguien le faltan ideas? Basta con ir a su nuevo website www.usaservice.com y firmar para recibir «oportunidades de servicios y experiencias», que para hoy superan las 10.000.

De este modo, Obama consagra también el legado de King con el de otro mito americano que en su toma de posesión lanzó un llamado: «No preguntes qué puede hacer por ti tu país, sino qué puedes hacer tú por él», lapidó John F. Kennedy otro 20 de enero. «Es injusto compararle con otros líderes negros como Jesse Jackson o Al Sharpton», decía Douglas. «Obama era un activista comunitario y como tal está tratando de inspirar al país para que se involucre en su comunidad».