MIRADAS AL ALMA

La inmoralidad seductora

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Un gran dilema de la actual sociedad radica en que tanto mujeres como hombres se ven forzados a ejercer sus trabajos en puestos para los que no están cualificados. Es una cadena autodestructiva que nos afecta a todos. El hombre trabaja en lo que puede, no en lo que quiere.

Esa insatisfacción lo va corrompiendo por dentro, como virus que se incuba para lentamente engendrar a un ser insatisfecho, amargado y hasta miserable. Los hombres y mujeres mandatarios de nuestros pueblos son el mejor ejemplo de la falta de profesionalidad y escrúpulos a la que el ciudadano de a pie se ve sometido. Si el empresario de cualquier mediana o grande empresa está verde en su cargo, sólo obtendrá frutos podridos y en su falta de ética y coordinación pudrirá a todos aquellos que trabajan para él. La tediosa palidez y desgana con la que los jefazos capitanean sus oficinas es la bilis que los empleados enfermos vomitan hastiados en sus hogares. Pocos trabajan en lo que debieran y, lo que es más indignante, los muchos altos cargos que no están cualificados para gobernar son demasiado orgullosos como para admitir su incapacidad profesional.

Morales perniciosas, absolutamente corrompidas por su propia inmoralidad. Hemos llegado a un estado social en el cual cualquier prostituta es más sensata y limpia de moral que cualquier gobernante. De hecho, a mí las prostitutas que ejercen por decisión propia jamás me han causado pena, sino admiración y respeto; quienes me dan pena son los infelices mandatarios, los cuales admiran y respetan su propia ética prostituida. Estamos en un estado sublevado y putrefacto donde, salvo escasas excepciones, sólo cabe esperanza en aquellos limpios de alma. La moral debería retroceder para después avanzar.

Todos somos corderos en rebaños equivocados, gobernados por pastores distraídos, y no hay nada peor que un pastor distraído. Lástima que el hombre sólo posea inocencia en su niñez y después en su vejez. En ambos casos, bien por inmadurez o bien por olvido, no la pueden aplicar sabiamente. La inmoralidad es la gran seductora de nuestros días, como manzana que la serpiente ofrece a una débil Eva. La excesiva compasión que los hipócritas gobernantes creen rezumar es el principal crimen.