ANÁLISIS

Más que calendarios

La retirada de las tropas británicas de Irak empezará en marzo y para junio sólo quedarán en el país unos 400 soldados, según se anunció ayer en Londres. El acuerdo al efecto está siendo negociado entre los Gobiernos británico e iraquí. De ahí que no haya ninguna sorpresa en el anuncio, pero sí un matiz con el que no se contaba y que ha sido aportado nada menos que por el jefe del Estado Mayor, mariscal Stirrup, quien, con un tono muy independiente, dijo que no se producirá necesariamente una transferencia de esas tropas a Afganistán porque las fuerzas armadas británicas «ya están muy forzadas». Por su parte, el ministro de Exteriores, David Miliband, aseguró que Reino Unido no aceptará «tareas no equitativas».

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En otras palabras, de Londres llega, junto con el anuncio esperado de retirada desde la base de Basora donde están concentrados los militares británicos, un mensaje al presidente electo de Estados Unidos, quien, a partir de su célebre criterio de que Irak es «la guerra equivocada en el lugar equivocado», entiende que hay que salir del país para concentrar el esfuerzo occidental en Afganistán y derrotar a la insurgencia talibán.

El Gobierno de Nuri al-Maliki y la Administración Bush firmaron hace diez días un acuerdo según el cual los norteamericanos se habrán retirado por completo de Irak el 31 de diciembre de 2011. La promesa electoral de Obama es proceder a esa salida en dieciséis meses a contar desde su toma de posesión, lo que nos lleva al 20 de mayo de 2011. Pero con un detalle relevante: el plan ya firmado habla de todos los soldados y el de Obama de «las unidades de combate», un detalle que podría permitir eventualmente la presencia de militares en las fronteras, en tareas de entrenamiento, etc.

En resumen: no sería imposible que el plan Bush, por llamarlo así, sea más aceptable en realidad que el plan Obama, cuyo autor ha dicho, además, que la retirada será «responsable» y consultada con los generales sobre el terreno, no muy favorables a irse rápidamente. Las tropas británicas lo tenían más fácil: nunca pisaron Bagdad y se han reunido poco a poco en torno a Basora. Han sufrido 177 muertos y ahora se van sin gloria, pero sin gran descrédito. Lo dejan sin asumir un nuevo compromiso porque están «sobreestresadas», como sostiene sir Jock Stirrup.