EL MAESTRO LIENDRE

Tú cágala, que ya pago yo

El que gestiona mal en Chiclana, Wall Street o Concha Espina tiene premio... y se alivia con el dinero de otros

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Los sabios mayores (en edad o dotación neuronal) que conocen hacia dónde vamos llevaban años advirtiéndolo. La sociedad se ha vuelto infantil. Nadie quiere problemas, ni los necesarios. Nadie quiere envejecer, ni sacrificarse lo mínimo. Nadie acata que cada derecho está ligado a una obligación y que resulta inevitable asumir las consecuencias de los actos propios. Pensábamos, inocentes, que se trataba de teorías de ésas que lucen bien en los suplementos dominicales, pero sin consecuencias prácticas. Hasta que nos dieron el bofetón.

Los grandes gurús de los bancos de por ahí perpetraron gigantescas cagadas, premeditadamente en muchos casos, para engordar porcentajes, comisiones y ganancias. Una vez que se les cayó el último naipe, los porejitos superejecutivos fueron indemnizados (?) con una auténtica lluvia de millones. Fue el primer ejemplo de una nueva versión del dicho: «El que la hace, la caga y, además, recibirá recompensa». Luego han florecido casos similares por doquier, en todos los terrenos. No sólo es una cuestión de pesada economía. Por todas partes aparecen estos casos que meten en la túrmix los conceptos de bien y mal, de mérito y demérito, de responsabilidad, premio, recompensa y castigo hasta fundirlos en una papilla repugnante.

A varios grandes banqueros y brokers les ha salido rentable lo de joderle la vida a muchos millones de nuevos parados. A cambio, los ciudadanos que cumplieron, y cumplen, con sus obligaciones tienen, ahora, que prestarles dinero -vía impuestos y plan de rescate- para ver si ellos vuelven a darnos crédito. Traducido: a los que nos tangaron les regalamos millones a fondo perdido para pedirles, de rodillas, que vuelvan a prestarnos dinero con intereses. Un carajal.

Se ha convertido en una constante en la empresa privada y en la función pública. El que toma las decisiones, aunque lo haga peor que fatal, incluso a posta, sale forrado o muy forrado.

Ya ningún alto dirigente se tira del octavo piso de un hotel en la esquina de Wall Street con Pasquín ni los responsables de las corporaciones japonesas, avergonzados, se hacen el hara-kiri.

Hasta al intrascendente mundo del deporte llega el «tú cágala, que ya pago yo». A la plantilla del Real Madrid, formada por gente que gana centenares de millones de pesetas al año y que tiene otros miles de euros como prima por ganar campeonatos, el presidente le ofreció 120.000 euros más, por cabeza, si vencía en sólo cinco partidos. Era la teórica recompensa, ya frustrada, a varias derrotas consecutivas. Es decir, los futbolistas, el año que viene, podrían perder adrede un par de partiditos para que, a sus mil kilos anuales y a su prima gorda por ganar la Liga, se sume el plus por resolver la crisis que han creado. Todo ese dinero proviene de aficionados que pagan sus abonos, camisetas y partidos por TV; o de los anunciantes, que han cumplido sin error ni dejación.

No es un fenómeno externo ni lejano. El mundialmente célebre Ayuntamiento de Chiclana ha anunciado, esta semana, que pondrá en marcha «una campaña publicitaria para mejorar la imagen del pueblo». Se trata, en resumen, de tirar de las arcas públicas que los chiclaneros alimentan con tasas, impuestos y multas para tratar de borrar ese lamparón de bochorno que ha dejado el ridículo interpretado por todos los partidos políticos de allí.

Ninguna campaña nos va a enseñar lo bueno que es el moscatel, lo ricos que están los chicharrones, ni nos va a explicar las diferencias entre La Banda y El Lugar, ni nos va a descubrir los mágicos atardeceres en Sancti Petri. Ya sabemos que será el último pueblo que visitemos todos.

Sólo va a servir para tirar el dinero de todos en decirnos que unos pocos que elegimos no son tan torpes como parecen, ni ambicionan a toda costa un sillón, como han demostrado, ni carecen de escrúpulos para formar alianzas antinaturales, ni son capaces de cruzar denuncias sobre ediles que conducen bebidos, se construyen una casa ilegal o sobornan a la pareja de otro concejal con un puesto de trabajo. Toda esa mierda quieren borrarla, los mismos que la esparcieron, comprando toneladas de Mistol y Zotal que tenemos que pagar los demás. Los chiclaneros, más concretamente. Y esto no ha hecho más que empezar.

Dice Solbes, que cobra por tratar de evitarlo, que 2009 será peor. De entrada, ya renuncia a cumplir con su misión. Da igual, tampoco saldrá malparado. Ni los ejecutivos banqueros, ni Schuster, Casillas o Raúl. Ni José María Román ni Ernesto Marín, ni Nadine.

Usted y yo... ya veremos.

El portero juega

Mejor acabar con uno de los que han cumplido, siempre, con lo suyo y con los suyos. Uno de los cabales, un empresario de los legales, apodado el Peter McDermott de Cádiz por haber convertido la Pensión Fantoni en una digna versión local del Saint Gregory.

El mejor portero que haya dado el fútbol canalla gaditano en el difunto Pabellón Portillo. Tiene una papeleta por delante. Pero la va a resolver, con la misma sonrisa ladeada que lucía antes de parar un penalti. Esta página dominical debe de tener pocos lectores fijos. Algunos parientes, algunos amigos. Me viene mal perder a uno. No me jodas. Así que vaya un enorme abrazo y el mayor deseo de recuperación total, inmediata, innegociable e irreversible para don Alfonso García Teno.

Esto es antiperiodístico, poco profesional y carente de seriedad, pero hay pocas personas por las que merezca más la pena romper una norma y tener que dar explicaciones en el trabajo.