LAURA TRIVIÑO CABRERA

La feminización de los poderes públicos

Lipovetsky apuntaba que «desde hace algunos años ha aparecido un nuevo tipo de discurso que presenta la característica de celebrar la especificidad del poder femenino en las organizaciones. Las mujeres que ejercen funciones de dirección mostrarían preferencia por un modelo de gestión más democrático, actuarían de manera más colegial que los hombres y tendrían más en cuenta la dimensión humana de los problemas. Sin embargo, tras la imagen proyectada por Sarah Palin, Hillary Clinton o Ángela Merkel, ¿podríamos decir que las mujeres-políticas concuerdan con lo anunciado en este texto? Evidentemente, no. Y, ¿podríamos decir que los hombres-políticos como Obama o Zapatero concuerdan con lo anunciado en este texto? Evidentemente, sí. Si deconstruimos un fragmento del pensador postmoderno, y nos imaginamos a Obama y a Zapatero, veríamos cómo la teoría plasmada en el fragmento se ajusta más a los discursos y maneras de actuar de estos dos líderes. En cierto modo, ellos gestionan en femenino: «Contemplamos la construcción de un nuevo mito, que se apoya en la idea de que las mujeres [en este caso, los hombres-políticos del siglo XXI] humanizarán la empresa, crearán lugares de trabajo más armoniosos y satisfactorios, menos autocráticos y más comunicacionales. Aquí, lo interesante estriba en el hecho de que el mito se elabora a partir de las cualidades tradicionalmente atribuidas a las mujeres, es decir, sensibilidad, intuición, preocupación por el prójimo, orientación hacia las personas».

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Tanto Obama como Zapatero han destacado por su talante, su serenidad, un lenguaje amable y por sus preocupaciones sociales. Zapatero inaugura la etapa más comprometida con los problemas y los valores sociales en nuestro país. Por su parte, Obama poco después de que anunciase su campaña presidencial - dijo que apoyaba la Asistencia sanitaria universal asistencia sanitaria universal en los Estados Unidos. Ambos se han posicionado en contra del ataque a Iraq. Transmiten una alta empatía acompañada de un discurso emotivo y sentimental que, en ambos países, el ámbito de la cultura se encargó de decorar simbólicamente con canciones que llamaran a la unión y al progreso humano. En el caso de Zapatero, «defender la alegría» y en el de Obama, «yes, we can». Todo esto refuerza la hipótesis de que los líderes optan por feminizarse. No obstante, y para desgracia de mucha/os, las mujeres asimilan el modelo patriarcal del que han sido víctimas.

Otro dato importante, es la paradoja que supone encontrar una nueva identidad del hombre-político que ha propiciado la postmodernidad; pero a su vez, cabe resaltar que sus mensajes están imbuídos de la modernidad incompleta habermasiana. Ambos políticos apuestan por una racionalidad comunicativa, el consenso y eliminar las cuatro grandes vergüenzas de la Humanidad establecidas por el pensador de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt.

¿Y qué ocurre con la mujer-política? Ésta ha respondido a una identidad nietzscheana. La mujer-política se aproxima al superhombre de Nietzsche o al hombre postmoderno salido de la obra de Rudolf Pannwitz: «fortalecido en el deporte, consciente de su nacionalismo, educado militarmente, religiosamente celoso; es un justo medio entre decadente y bárbaro [ ]». Sin duda alguna, esta descripción concuerda con una Sarah Palin, aficionada a las armas, ex - modelo y que ha comentado recientemente: «Dios me enseñará el camino hacia la Casa Blanca». De ahí que no nos extrañe el apodo con el que se conoce a Palin: el pitbull con pintalabios. Por contra, Obama es calificado como blandito. Cabe señalar cómo el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, insta al candidato demócrata a ser y pensar más como un verdadero y viril hombre: «Lo pondremos a hacer ejercicios para que aumente esos bíceps y estos brazos tan delgaduchos... Ojalá pudiéramos hacer lo mismo y poner más músculo en sus ideas».

Si el actual presidente electo de los Estados Unidos fue tachado de blandito, años antes el presidente de Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero había sido denominado Bambi. Todo esto nos lleva a preguntarnos si estamos ante una nueva identidad masculina en el poder. Se proyecta una imagen del hombre-político que responde a valores femeninos. Incluso, tomando como ejemplo el gobierno español, el presidente Zapatero responde a un modelo femenino que odia estar horas y horas en los despachos, amante de la conversación y más bien, caótico; mientras que la vicepresidenta Fernández de la Vega, opta por recluirse en reuniones que ella misma ha aumentado, es muy metódica y para muchos y muchas, representa la mano dura y seria del Gobierno.

Mirando hacia el otro lado del charco y continuando analizando los estereotipos de género, Barack Obama transmite una empatía - atribuida, siempre desde la psicología (como demuestran los estudios del profesor Mestre), a las mujeres - que permite acercarse a los problemas cotidianos de la vida diaria de los norteamericanos y de las norteamericanas de clase media. Por ejemplo, Obama parte de la mesa de la cocina (el ámbito doméstico femenino) para explicar sencilla y didácticamente propuestas económicas.

Entonces, ¿tiene algún sentido la idea de que las mujeres regenerarán la política? Traemos a colación este interrogante porque estamos ante un nuevo hombre-político que cansado de la obligada identidad masculina basada en el coraje, la agresividad y la violencia, vuelven su mirada hacia los estereotipos femeninos. En contrapartida, las mujeres se apropian de los estereotipos masculinos, y nuevamente, los hombres demuestran una vez más que pueden triunfar con cualquier identidad. ¿Por qué ocurre esto? Puede que las mujeres en su camino hacia la igualdad hayan optado por la vía incorrecta: eliminar los valores femeninos. Precisamente los valores más importantes para el planeta y para la humanidad. Aquellos que se corresponden con la cultura de la paz y con los sentimientos más nobles que se localizan en una utopía que mientras intentemos y soñemos alcanzar, habrá posibilidades de mejorar nuestro mundo.