Editorial

Interés común

La elección del nuevo presidente de EE UU, Barack Obama, ha supuesto un cambio indudable tanto en lo que respecta a la llegada de un afroamericano a la Casa Blanca como en cuanto a la nueva generación de dirigentes que, de su mano, accederán a la cúspide de la Administración norteamericana. Pero ese cambio ha hallado sus contrapesos en algunos aspectos de seguridad interior -con la designación de Janet Napolitano- y, sobre todo, en los puestos clave para la proyección exterior de la política de Washington. La presentación formal de Hillary Clinton, Robert Gates y James Jones para las secretarías de Estado, Defensa y como asesor de Seguridad Nacional respectivamente atestigua, en cualquier caso, algo más que un propósito de continuidad. Revela que Obama prefiere contar con un equipo integrado por responsables de contrastada personalidad, rico en experiencia y matices, que con un grupo de incondicionales a la espera de cumplir las directrices del presidente. Junto a esto, parece evidente que ha procurado sellar una suerte de coalición entre los moderados de los dos partidos que se disputaron la presidencia, cuya efectividad real se verá cuando Congreso y Senado comiencen a pronunciarse sobre las iniciativas de la Casa Blanca. Una operación que refleja la existencia de una política común basada en la preservación del liderazgo de EE UU y en la defensa de sus intereses en el mundo.

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La idea de «construir un futuro con más socios y menos adversarios», formulada por Hillary Clinton en el avance ayer de su próxima toma de posesión como nueva secretaria de Estado, nada tiene que ver con la renuncia a la supremacía estadounidense en favor de un sistema multipolar de relaciones internacionales, que algunos intérpretes voluntaristas de las intenciones de Obama quisieron ver en su genérica apelación al cambio. El cambio proclamado por el presidente electo de EE UU lo será respecto a la ejecutoria más extrema de su antecesor; respecto a la versión neoconservadora del interés general estadounidense, cuya dominante fue creciendo a medida que Bush transitaba de su primer mandato al segundo, igual que empalideció a partir del momento que fueron acumulándose los problemas derivados de la exportación de la democracia a la fuerza.