LA HOJA ROJA

La comedia nueva o la de siempre

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No es la primera vez que el Ayuntamiento avisa -y el que avisa no es traidor, dicen- de que existe una Ordenanza Municipal prohibiendo depositar las bolsas de basura en la vía publica y anuncia a bombo y platillo una serie de sanciones que van desde los cien a los mil quinientos euros para aquellos que incumplan la ley. Y tampoco es la primera vez que los ciudadanos recuerdan al Ayuntamiento la inutilidad de este tipo de advertencias. Los que vivimos en el Casco Antiguo, los que pagamos los mismos impuestos que los que viven en el Paseo Marítimo, tenemos la servidumbre desde hace muchos años de guardar con extremado afán un bidón de basuras, una asquerosidad -todo hay que decirlo- en la casapuerta de nuestras viviendas.

Un bidón de basura que, si no es por el celo de los vecinos, nadie limpia. Nadie, por lo menos en determinadas calles. Ni cada quince días, como prometieron, ni cada seis meses. Un bidón de basura que no se puede sacar antes de las nueve de la noche y que debe recogerse antes de las nueve de la mañana. Un bidón que muchas veces sigue lleno -hay quien prefiere tirar la basura después de la medianoche- una vez que ha pasado el Servicio de Limpieza y que debe ser guardado en el interior del inmueble hasta el día siguiente. Un bidón al que suelen robar las tapaderas, las ruedas, y que el Servicio de Limpieza tarda meses en reponer. Un bidón al que hay que buscar cada mañana porque el camión no lo deja donde estaba. No sé si Paloma Bordons, la teniente de alcadesa que afirma que los que no los usan «es porque no quiere usarlos», vive en el centro. No sé si Paloma Bordons ha reparado en que lo es una «tremenda insolidaridad» es que los vecinos de Puerta Tierra sigan tirando la basura a cualquier hora y en cualquier sitio con la mayor impunidad. No lo sé. Pero sí sé que no somos ciudadanos de segunda, que la idea de los bidones no ha sido nuestra y que no se puede llevar tanto el cántaro a la fuente porque al final, se rompe.

Como se rompió el proyecto del quiosco de Santa María del Mar. Aunque no tengo muy claro si ha sido la participación ciudadana, la insistencia de los que se siguen reuniendo en la plazoleta la que ha conseguido paralizar el proyecto o ha sido, como dicen por ahí, la falta de liquidez de algún empresario al que ya los bancos no le fían ni siquiera para abrir un hotel que tendría que inaugurarse el mes que viene. En cualquier caso, los de la plataforma se han venido arriba y pretenden ir más allá, «hay que hacerse notar» dice Gregorio Poblador, y ahora quieren que la plaza se quede como está, -más vale que no, que por lo menos la adecenten- que ninguna estructura les altere la visión, que sus hijos no corran entre sillas y mesas.

Hay que hacerse notar, sí, pero no dar la nota. Y cuando casi cuatro mil personas juegan a la lotería para conseguir un piso de cincuenta metros cuadrados es que estamos dando la nota. Miren, si no lo de Luis García Montero, a quien los tres mil euros que debe pagar por llamar tonto y perturbado a José Antonio Fortes le parece una miseria. No. Puede ser una injusticia, puede ser un atropello, pero con tres mil euros comen tres familias durante un mes. Y no todos tienen la misma suerte que el poeta granadino. No todos podemos dar carpetazo y marcharnos a casa por mucho que vivamos rodeados de tontos y de perturbados.

Crispadillos que estamos, qué le vamos a hacer. Y ya que la música amansa a las fieras, nada mejor que dejarnos mecer por las dos apuestas culturales que nos esperan la próxima semana. El jueves dará comienzo la VI edición del Festival de Música Española que la Consejería de Cultura dedica este año a Jacinto Matute y cuya inauguración correrá a cargo de la Orquesta Sinfónica de Sevilla. Diez días de música, ya digo, para calmar los ánimos. Y el mismo jueves -esto es lo que tiene aprovechar las agendas- dará comienzo el Congreso Internacional de Teatro Ilustrado y Modernidad Escénica con el que la Sociedad Estatal de Conmoraciones Culturales hace su particular desembarco en Cádiz bajo el patrocinio del Consorcio para la celebración del Bicentenario de la Constitución de 1812 y la Universidad de Cádiz. Los más de ciento cincuenta inscritos tendrán una buena oportunidad para oír a especialistas de la talla René Andioc, José-Carlos Mainer, Eduardo Vasco o Juan Carlos Rodríguez o para escuchar a los autores Luis Riaza y Fernando Arrabal con un broche de oro, el estreno nacional -en Cádiz- del último montaje de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, La comedia nueva o El Café de Cádiz, de Moratín, que tendrá lugar en el aulario de la Bomba convertido en escenario por unos días. Un lujo para estos tiempos de crisis, ya que la ocasión lo merece y la entrada -mira por dónde- es gratuita.

Con un programa así, parece de muy mal gusto que andemos hablando de basuras y bidones, de la misma comedia de siempre. Aunque no hay que ser negativos. El pasado jueves se murió Gus, el perro que ostentaba el título de «perro más feo del mundo», al que su dueña, Jeanene Teed, ha enterrado en el jardín en la esperanza de que «surja algo hermoso de toda su fealdad». A ver si nos pasa a nosotros lo mismo. Todo puede ser.