Opinion

Desvarío mortal

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as circunstancias que rodean el asesinato de la última víctima de la violencia machista, una vecina de la localidad pontevedresa de Vilaboa cuyo presunto homicida trasladó su cadáver en coche hasta la comisaría con la misma frialdad con que se entregó después a la Guardia Civil, reflejan en primer término un grado de desvarío tan profundo que agudiza la compasión que despierta el fatal desenlace sufrido por la fallecida. La constatación de la multiplicidad de factores que pueden acabar en un estallido de agresividad letal como el presente alude a la persistencia de un mal primigenio, de un sexismo muy arraigado que desprecia la libertad de esposas, novias o compañeras. Los avances registrados en el diagnóstico de esta lacra y en la adopción de protocolos de protección a las víctimas apuntan a un progreso en la sensibilización de la sociedad, la cual, no obstante, ha de estar más vigilante ante las amenazas en ciernes.