Opinion

Consenso exterior

La conversación que mantuvieron en la noche del viernes el inquilino electo de la Casa Blanca, Barack Obama, y el presidente Rodríguez Zapatero anuncia una pronta normalización de las relaciones entre EE UU y España. Un paso adelante que debe responder al reconocimiento mutuo entre ambos países y a la existencia de intereses comunes que comprometen a ambas administraciones en un esfuerzo compartido. Pero la tan deseada normalización en las relaciones bilaterales entre Madrid y Washington no puede obviar ni el sesgo antiamericanista con el que Rodríguez Zapatero decidió inaugurar su primer mandato ni el obstinado ninguneo con el que le replicó George W. Bush. Las alianzas y la cooperación entre distintos países han de quedar, en lo sustancial, a salvo de las desavenencias puntuales que manifiesten quienes en cada momento ostenten su representación. Además, la política exterior ha de constituir una materia de consenso nacional, de 'política de Estado', cuyos parámetros principales no estén expuestos a la diatriba entre el Ejecutivo y la oposición.

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Tanto en la última legislatura de Aznar como en la primera de Rodríguez Zapatero la política exterior española obedeció en buena medida a la impronta partidaria e incluso personal de cada presidente. La apuesta voluntarista del segundo por formulaciones como la alianza de civilizaciones se ha topado con la desconsideración pública por parte del PP hacia la actuación del Ejecutivo en la esfera internacional. Más allá de los preparativos de la cumbre de Washington, el próximo encuentro entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición debería servir para situar la política exterior entre los temas de ineludible acuerdo entre ambos.