El sonido de las registradoras

Había que acercarse el pasado domingo a grandes superficies para ver si la realidad sigue marcando estos grandes almacenes como centro sociológico de muchos ciudadanos cuando llegan los días festivos.

La crisis deberá existir, pero quizá las ganas de andar, buscar y comprar supera cualquier racha negativa en lo económico. Área Sur estaba que no se cabía a ciertas horas del día. Familias enteras, niños que corren de un sitio a otro y jóvenes comprando los últimos modelitos que marca la moda. «Es otoño; tendremos que ir vestidas, ¿no crees?», comenta un grupo de chicas guapas que pasar de un escaparate a otro.

Una empleada que está intentando poner un poco de sensatez entre las montañas de ropa revuelta mira el reloj y desea que pronto suene la sirena. Parece que ha quedado con alguien muy importante para cenar a tenor de las ganas que pone para que por fin se cierre la tienda. «No, en realidad me voy a casa, estoy destrozada. Esto de estar en la tienda con tantísima gente agota más que estar con una espiocha», nos aclara.

La tienda tiene nombre inglés, pero el personal parece entender muy bien la política de precios que podemos encontrar. Camisetas a seis euros, pantalones a doce, sujetadores a veinte. Y la guerra declarada al bolsillo. Todo el mundo parece pensar que total, «para dos días que vamos a estar »

Una señora está buscando unos chándals para los pequeños. «Para el colegio es lo mejor. Cómodos, prácticos y resistentes. Es lo que vengo a buscar», subraya. Mientras, el marido se encarga de la prole en la puerta de la tienda. Las compras de otoño también existen. Con crisis o sin ella no hay más remedio que arremeter contra ella. Por mucho miedo que esté pasando el euro, las cajas registradores no hacían más que sonar. Compras, quizá con moderación, pero compras necesarias. Por esto han pasado una gran parte de ciudadanos.