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Más crisis

Dicen algunos medios que los ciudadanos sólo hablamos de la crisis. Y nos sumergen, voluntariamente o no, en pozos de pesimismo. El público responde situando sus ahorros donde cree que estarán más seguros o ingresándolos en bancos que, haciendo ostentación de billones, compran otros bancos como si la crisis a ellos no los afectara en absoluto. Hay quien compra todo el oro que puede con la inocente presunción de que el oro ni sube ni baja. Y otros aún se alegran de vivir al día, de no haber ahorrado jamás y de estar libres de inversiones y bonos que mantienen los corazones en un puño. Esto sí, todos estrechándose con furia el cinturón.

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Oímos a los grandes próceres de la economía mundial y nacional defendiendo o atacando las medidas que los gobiernos se sacan de la chistera o del bolsillo de los contribuyentes para hacer frente a la situación, y no hay quien se detenga a la hora de exponer nuevas medidas que, en su opinión, deberían sustituir las ya vigentes. Son los mismos que no supieron prever ni la explosión de la burbuja bancaria ni la de la inmobiliaria.

Sin embargo, nadie cuenta a qué se debe esta debacle universal. Sabemos lo que ha ocurrido en Estados Unidos con sus hipotecas basura y los paquetes que con ellas se han hecho, a los que se les ha puesto un precioso nombre y se los ha lanzado a la especulación más vergonzosa hasta que, al tercer o cuarto comprador/vendedor enriquecido, la operación se ha venido abajo y ha quedado en nada, es decir, en deuda. Sabemos también porque era obvio lo que ha ocurrido con la construcción.

Pero ahora resulta que en España el Gobierno ha aumentado la garantía de los depósitos. ¿Es que hay algún problema con los bancos? Y si es así, ¿qué ha ocurrido para que hasta hace unos meses se publicaran los cientos de miles de millones que ganaban? Si ha habido mala gestión, ¿por qué darles más dinero y, en cualquier caso, por qué no contarnos de verdad en qué ha consistido esta mala gestión?

Tanto criticar los intentos de nacionalización de empresas y bancos por parte de los gobiernos de América Latina, y ahora callamos ante la vergonzosa intervención del Estado que practican como única solución los gobiernos más capitalistas del mundo para salvar la piel de tantos especuladores que nunca se han visto sometidos a control ninguno y que saldrán de ésta como siempre: vencedores y con dinero.

Miedo poco, pero indignación, toda.