MIRADAS AL ALMA

El no creer

Resulta asombroso la falta de fe, compromiso y hasta esperanza con la que la actual adolescencia afronta la vida. No se puede generalizar, pero sí veo una inmensa mayoría que cree en el no creer. Un no creer en nada, sobrevalorado e inmaduro que con el tiempo se les puede venir muy en contra. El hecho es que en el tema religioso es donde mayor y más radicalmente se refleja esa falta de creencia. Resulta incluso difícil encontrar a adolescentes que crean en la Iglesia. Desde luego, la historia de ésta no es para menos. La democracia lleva al pensamiento libre, y esta libertad trae consigo una vista al pasado y una actitud no sólo reacia, sino negativa ante la Iglesia y sobre todo sus clérigos. Existe una nueva orden de cristianos no practicantes. Sí, creen, pero no en la Iglesia, sino en Dios. La culpa es exclusivamente del hombre y su comportamiento. ¿Cómo borrar la Inquisición o las guerras santas? No sólo no se puede borrar, sino que tampoco se debe. Tal vez si la Iglesia hubiese seguido la actitud y la filosofía de vida de Gandhi o de Santa Teresa de Calcuta, estas actuales generaciones creerían más y mejor.

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Tampoco esta adolescencia cree en la política; de hecho, la detestan. El pasotismo es preocupante. Esperanzas incumplidas y corrupción a raudales no son buen ejemplo para esperar una recuperación de compromiso. A esta nueva generación les falta ese ideal, ese ejemplo, esa actitud sana de dar sin esperar; que no es exhibicionista, sino altruista.

El no creer por no creer es solamente culpa del hombre y su historia. Sólo de nosotros mismos depende un cambio radical para aplicar en la vida. La adolescencia tiene sendos motivos para no creer. La cuestión es: ¿seguiremos dándoles ese ejemplo?