Editorial

Incertidumbre general

El rechazo de la Cámara de Representantes al proyecto de Ley de Estabilidad Financiera por el que el Tesoro norteamericano quedaría facultado para emplear 700.000 dólares en el rescate del sector provocó la lógica caída en Wall Street después de que, durante toda la jornada, las bolsas europeas se resintieran seriamente por la extensión de las vicisitudes bancarias a este lado del Atlántico. Si ya las dudas que suscitaba la eficacia real del plan de salvación habían llevado al propio presidente Bush a reconocer sus límites, su derrota parlamentaria agravaba la incertidumbre en que se mueven las economías del mundo. Es de esperar que las negociaciones continúen hasta que Congreso y Senado acaben habilitando una partida suficiente para evitar el empeoramiento de la situación. Pero el sorpresivo revés de ayer va a restar credibilidad a lo que surja del apretado pulso que, entre reticencias e intereses, se está librando en Washington.

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El rechazo al plan de rescate en EE UU culminó una jornada ensombrecida por la localización del problema a ambos lados del Atlántico. Era de esperar que la respuesta europea a la crisis del sector financiero no fuese coordinada, a pesar de la excepcional presencia de Trichet en las conversaciones dirigidas a salvar Fortis. Pero la consecuencia más preocupante de dicha carencia, derivada de la preeminencia de los marcos estatales, es que las soluciones que se ofrezcan pueden divergir las unas de las otras excesivamente, hasta el punto de que terminen generando condiciones de competencia desleal. Una eventualidad que las instituciones europeas están obligadas a prever y evitar.

La paulatina e inquietante extensión de las dificultades que vienen afectando a importantes bancos de inversión, bancos comerciales, entidades semipúblicas especializadas en hipotecas, cajas, mutuas o compañías de seguros no permite simplificar la causa del problema imputándosela a la avaricia de unos cuantos gestores de Wall Street. Si las responsabilidades que concurren en una crisis financiera global hubiesen sido tan sencillas de identificar la desconfianza en los mercados no se hubiera generalizado tanto, ni podría explicarse el cruce de diferencias que ayer frustró la aprobación de un plan que parecía sencillamente ineludible.

El mapa bancario mundial está experimentando profundas transformaciones en cuanto a la morfología de la oferta, y es lógico pensar que como consecuencia de tan critica situación se produzcan cambios de envergadura en la regulación de las entidades financieras, en sus obligaciones respecto a los poderes públicos y en sus relaciones y compromisos con clientes e inversores. Todo invita a pensar que nada volverá a ser igual en el mundo de la finanzas después de esto. Ahora sólo hace falta que, tras la cascada de operaciones de rescate, quienes acaben sintiéndose a salvo no se muestren renuentes a aplicar las lecciones que finalmente dicte esta crisis.