SOMOS DOSCIENTOS MIL

Algo cuadrados

Con carácter previo debo pedir disculpas por el titulo de esta columna que, de algún modo, pretende ser lo más explicito posible, aunque sin caer en la chabacanería. Porque algo cuadradas deben ser las partes íntimas del político de turno a quien se le ocurrió la genial idea de cortar al tráfico una vía de tanta importancia, como es la Avenida del Ejercito, justo el pasado jueves día 25 de septiembre. La excusa era la necesidad de trasplantar unas palmeras, al objeto de dotar de mayor anchura, así como de un nuevo carril a la indicada avenida -que falta hacía-, intentando paliar los interminables atascos que se provocan cuando varias filas de vehículos, tras sortear la Glorieta de la Cibernética (de la fuente de colores para entendernos), confluyen en esta avenida para entroncar con la Avenida Alcalde Álvaro Domecq.

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Sin dudar de la necesidad de la obra, que evidentemente era y es muy necesaria, si debo reprochar que tras dos meses de verano, en los que la densidad del trafico disminuye notablemente en nuestra ciudad, así como tras los quince primeros días de septiembre, en los que aún no contamos con los apresurados padres trasladando sus hijos al colegio, mi querido gobierno local ha esperado justo a que comience el mogollón de trafico para cortar la dichosa avenida.

Como deducirán, quienes no transitan de forma habitual la zona, el cacao que se originó aquella mañana fue de espanto, pues los vehículos que llegaban a la rotonda, desde la Avenida de Europa, comprobaban horrorizados que debían buscar rutas alternativas, bien por la avenida que discurre junto a las vías, bien por la avenida del Altillo para seguir por los Jardines Escénicos a un nuevo atasco en la Avenida de Andalucía.

Para mayor inri, los pocos Policías Locales que a esa hora se daban cita en aquel maremagno de tráfico, se esmeraban en que nadie entrara con su vehículo en la zona en obras. Pedirles que además regularan el tráfico de las atestadas vías adyacentes, era una proeza al alcance de pocos mortales.

No voy a ser yo quien critique que la ampliación de la avenida se haga a costa de los escasos aparcamientos con que cuenta la urbanización El Bosque, pues supongo que su Asociación de Vecinos se habrá pronunciado al respecto. Entiendo que habría sido más aconsejable realizar la ampliación retranqueando la valla que rodea la feria y que, al menos en ese tramo, no tiene nada importante que proteger. Pero lo que si debo criticar es la falta de programación de la que adolece mi Ayuntamiento, que va poniendo parches y haciendo obras conforme se las pide el cuerpo, sin pararse a realizar una programación seria con la que se cause el menor daño posible al respetable ciudadano. ¿Era necesaria la obra?, por supuesto que si. ¿Hacía falta trasplantar árboles?, sin duda alguna. ¿Era obligado hacerlo en la segunda quincena de septiembre?, hay ya mi respuesta no puede ser en tono afirmativo, pues a las pruebas me remito y al enorme e innecesario «carajal» de trafico que durante unas horas vivió la zona.

Supongo que entre los cientos de trabajadores que se aglutinan en las delegaciones participantes en las obras: trafico, infraestructuras y alguna otra, debe haber alguna mente pensante que opine igual que este columnista. Las obras hay que hacerlas pero, en la medida de lo posible, se deben realizar cuando menos afecten al bien común. Y aunque es cierto que hacerlas en agosto o en días festivos puede acarrear un mayor coste de personal, no importaría que el Ayuntamiento se parase a valorar el coste en combustibles, acelerones, frenazos, tiempo perdido, pitidos, contaminación acústica, cabreos inútiles y demás, que el continuo atasco provoco aquella mañana.

Como lo único que pido en estas líneas es un poco de cordura, emplazo a quienes correspondan a que cuando Jerez necesite otra obra de «urgencia», al menos se tenga la osadía de pensar un poco en ella y en las repercusiones que puedan tener para los ciudadanos. A la postre conviene no olvidar que son nuestros votos quienes los mantienen en sus a veces incomprensibles cargos y, aunque solo sea cada cuatros años, la próxima elección está casi a la vuelta de la esquina