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El color del dinero

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En aquellos años –y no hace tanto de esto– un ladrillo venía a costar como una cazuela de angulas en Trebujena. Una barbaridad. Eran los días del destape urbanístico, tiempos en los que la burbuja inmobiliaria no existía ni siquiera en las mentes calenturientas de los economistas. En medio de esa bacanal de cemento y hormigón, un empresario menudo y astuto empezó a dejarse ver junto al entonces todopoderoso Pedro Pacheco. Era José Luis López, más conocido por el sobrenombre de El Turronero.

Nuestro hombre comenzó a hacer negocios de cierta relevancia en la ciudad. Algunos, relacionados con la construcción y el boom inmobiliario. Actuó como intermediario en numerosas operaciones, atrajo inversiones de distinta índole a Jerez –sin su intervención, por ejemplo, la multinacional sueca Ikea jamás habría recalado en estas latitudes– invirtió mucho dinero, ganó más aún y se introdujo en los círculos cercanos a Pacheco.

El PSOE acusó en más de una ocasión al ex alcalde y ex delegado de Urbanismo de estar dando un descarado trato de favor a López y otros empresarios o firmas relacionadas con el mundo de la construcción como Jerezana de Comunidades, Rochdale...Estos presuntos favoritismos, no obstante, no llegaron a ser denunciados nunca ante los tribunales ni han sido documentados después, pese a que los socialistas debieron barrer bien debajo de las alfombras cuando tomaron las riendas de la extinta GMU.

El caso es que el actual Gobierno municipal parece haberle pasado ahora a José Luis López la factura de aquella buena relación con Pedro Pacheco. El empresario ubriqueño ha visto como en un sector de la ciudad denominado Cañada del Carrillo –cerca de la laguna de Torrox– han sido recalificadas todas las parcelas menos la suya, la única que tiene en Jerez, que, con una cantidad de metros cuadrados muy notable, ha quedado como una isla en medio de esas tierras benditas por el nuevo planteamiento urbanístico del Ayuntamiento jerezano. Es curioso.

En el lado contrario encontramos otros casos de empresarios o constructores a los que el PGOU sí les ha mostrado la mejor de sus sonrisas. Es el caso de Francisco Garrido, propietario de una empresa del prestigio y la solvencia de GEO, y salvador del Xerez Club Deportivo. Garrido, recuerden, fue quien se sacó del bolsillo los dos millones de euros para pagar a los jugadores xerecistas y evitar el descenso administrativo del club. Por cierto, que todavía no nos han contado quién, cómo y cuándo le van a devolver al dinero a este señor. No estaría mal que alguien lo aclarase.

Garrido, entre otras cosas, ha sido autorizado a levantar un edificio de cuatro plantas donde están las antiguas oficinas de Caja San Fernando en El Almendral. Nada de esto, ni lo de antes ni lo de ahora, es ilegal mientras no se demuestre lo contrario.

Lo que sí está demostrado de sobras es que los planes urbanísticos siempre dejan tras de sí premios y castigos, que se reparten según el color político al mando. Es una de las grandes perversiones de este sistema, que pone colores a la política y también al dinero.