MAR DE LEVA

Del barco de Chanquete...

En el mundo de la televisión la estrategia es sencilla: si una cosa tiene éxito, explótala hasta que ya no lo tenga. Si el éxito es de una cadena rival, cópialo y así le quitas una parte del share a la competencia.

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Si la serie tiene éxito y pasa al inconsciente colectivo de nuestra cultura, un par de décadas más tarde se aprovecha la nostalgia y se las recicla y se les da un lavadito de cara para ponerlas al día. Si hay pasta por delante, pasan directamente al cine. Si no, otra vez a la caja tonta.

Es lo que ahora amenazan hacer con Verano azul. Las series de televisión españolas, agotadas en sí mismas por la fórmula de la comedia coral y la copia más o menos descarada de las series americanas, ahora que todo el mundo tiene capacidad para ver, más o menos en tiempo real, los episodios yanquis tal y como van siendo emitidos al otro lado del charco, han decidido dejar de adaptar a nuestro entorno las mismas temáticas de los americanos (los paralelismos entre Hospital Central y Urgencias, por ejemplo, son para escribir una tesis, oiga) y vuelven la mirada a 1981.

Tiene miga la cosa. Han emitido luego tantas veces la serie que uno no sabe si Chanquete se murió de verdad, si resucitó o si todo fue un sueño como el de Antonio Resines en aquello de Los Serrano. Veintipico años más tarde, otros actores retomarán aquel espíritu falso y cursilón de unos niños que estaban pasados de moda en aquel tiempo de movidas y que ni siquiera remitían a la infancia y adolescencia de los años 60, sino de mucho antes. Mercero y su equipo no supieron captar el contrasentido de mezclar las canciones del Dúo Dinámico con las de Joan Baez para una generación que lo que empezaba ya a buscar era a Madonna y a Mecano, pero el éxito les dio la razón a ellos, así que me callo.

La pregunta es si hoy merecerá la pena volver a contar una historia parecida a aquellas historias, y me imagino que la respuesta será que sí. La duda es si harán una deconstrucción de sí mismos o si tratarán de calcar episodio por episodio aquella filosofía trasnochada de marineros bohemios adolescentes pijos (era curioso que el único pobretón de la serie fuera el niño del pueblo, y que luego en los vaivanes de la vida fuera el que más acusó el vacío de la fama). ¿Cambiarán las bicis por motocicletas?, ¿los castillos de arena por los piercings? ¿Harán botellona en La Dorada?

Ya habrá, claro, quien se esté frotando las manos, porque independientemente de que este remake vaya a tener éxito o no (que lo tendrá, menudas son las cosas del marketing), al afortunado pueblito marinero donde se rueden los episodios le va a tocar la lotería: durante el rodaje y después del rodaje.

Si yo fuera el Ayuntamiento de Cádiz, o la Diputación, o mejor los dos juntos, que para eso se les paga, mandaría exploradores como los equipos de fútbol para intentar que ese Verano Azul Siglo XXI se rodara aquí. Recordemos la burrada de millones que ha dejado Francis Ford Coppola en un par de semanas de rodaje en España. Razones tenemos de sobra para lucir palmito televisivo: la mejor playa urbana del mundo y esas cosas. ¿Quién dijo miedo?