MIRADAS AL ALMA

A Copano

Los designios de la vida son obtusos. El libro de nuestros días está escrito entre páginas de niebla y tinta difuminada, quizás para no dejarnos leer el tormento del seguro final. Se fue el pasado jueves un hombre cabal cuya dura pugna con la enfermedad no hizo sino reafirmar la fuerza y la raza de su hombría. Así era José González, Copano, quien tuvo que terciar con el letal toro de esa cruda enfermedad de embestida incierta y cobarde. Copano fue siempre valiente; este jerezano temperamental se hizo torero en esta tierra de vinos allá un doce de septiembre de 1965. Tuvo cartel y ambiente durante varios años, sobresaliendo su arrojo y pundonor. Se hizo más tarde banderillero. De él guardo un sinfín de vivencias relacionadas sobre todo por su buen hacer en la cuadrilla de Rafael de Paula. Copano moría con Rafael y hoy Rafael sufre esta dolorosa ausencia. ¿Cuántas vivencias juntos! Tardes de clamor y espantá entre miradas cómplices, cual Quijote y Sancho Panza, fiel escudero que nunca dejó solo a su señor.

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Copano era genial en la brega. Son muchos los fieros toros que vi templar en su pausada tela. Vestido con su traje verde y azabache, solía ver a los toros con inusitada facilidad y siempre fue el más atento, quien se sabía anticipar ante los infortunios del toro. Cuántas charlas, cuántas risas por las carreteras de nuestra piel de toro. Siempre cariñoso, nunca dejó hasta ya estando malo de mostrarse vital ante los amigos. No dejaré pasar por alto, como un día hice, que en aquel festival celebrado en Sanlúcar en 2006, el público de Jerez le falló. Le hacía falta para luchar contra su enfermedad y fuimos pocos los que estuvimos a su lado. ¿Dónde estuviste entonces, pueblo de Jerez, cuando un hijo de raza te necesitó? Me alegraré si le ponen una calle con su nombre, pero díganme ¿Ahora, para qué? Descanse en paz un gran profesional del toreo y una gran persona que se fue bregando a la muerte con su larga caballera blanca y sus frondosas patillas, como salido de un cuadro de Goya.