ORÍGENES. La calle Compañía data con esta denominación de al menos el año 1477, fecha en la que ya figuraba en los padrones de Moneda. / TAMARA SÁNCHEZ
Jerez

La Compañía que lleva en Jerez más de cinco siglos

Data esta calle de censos hechos en 1477, cuando ni tan siquiera habían llegado los jesuitas de la Compañia de Jesús

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La historia de Jerez cuenta que antes de que aparecieran los curas seguidores de San Ignacio de Loyola ya existía la calle Compañía. Al parecer, ya data de 1477 en los padrones de Moneda. Y así fue como, aprovechando esta rotulación, los jesuitas llegaron, en el año 1574, para instalarse en esta plaza y calle para darle más realce con una iglesia encantadora que ahora está convertida en auditorio municipal. Fue llamada de Santa Ana de los Mártiles por tener en el altar las imágenes de los santos Honorario, Eutiquio y Estefano, que, según reza en alguna leyenda, fueron de Asta y, por tanto, jerezanos de pura cepa. Hasta la médula, como suele decirse.

La fachada barroca de este templo llama la atención con sus columnas repujadas y sus azulejos. Son iconos de la congregación de La Compañía de Jesús que siguen siendo distintivo del vecindario. A la derecha, según se mira de frente, San Francisco Javier, apóstol de las Indias - según indica el azulejo en cuestión-. A la izquierda, el santo vasco llamado Ignacio de Loyola escribiendo el libro de los Ejercicios Espirituales. En el centro, a través de un gran semicírculo que se sostiene sobre la puerta principal, la Sagrada Familia que es adorada por los Santos Jesuitas. Toda una imagen de misticismo, de oración y de recogimiento que choca frontalmente con el estrés de los tiempos imperantes, tan modernos ellos y tan característicos de la época en la que nso ha tocado vivir.

En el bloque de enfrente a la Sala Compañía hay unos jóvenes que desatan los candados de una motocicleta. Se disponen en arrancar todo un cráter de ruidos estridentes con la que va equipada la moto de marras y se marchan camino de la calle Francos. Parece que uno de los santos jesuitas que está de hinojos ante la Sagrada Familia ha mirado de reojo a los jóvenes. No dice nada, pero se atisba o se intuye que nada bonito sobrevuela por sus santos labios.

Con Pan

En la esquina está el bar Com-pan-ia. Mauricio Díez está hoy tras el mostrador. El establecimiento pertenece a Silvia, su madre. Es el lugar donde bajan por las mañanas los funcionarios que trabajan en el Instituto de Promoción de la Ciudad, ubicado en un rincón de la plaza. «Tenemos pan para los vecinos, y también estamos especializados en desayunos. Y te aseguro que servimos unos cuantos todas las mañanas», comenta el propio Mauricio. Algunas tapas caseras, una buena máquina para el café y un punto de pan caliente a la hora que se quiera. De ahí que el bar se llame Com-Pan... Muy ingenioso, desde luego, y un punto más a su favor.

Al fondo se escucha el chasquido metálico de unas tijeras que no paran de abrirse y cerrarse. Sonido típico de una peluquería; por tanto, un sitio interesante para visitar para ver qué se cuentan sus moradores.

Con prisas

Unas manos nerviosas no paran de ajetrear el dichoso mordiente. Se trata de Rafa, el peluquero de la plaza Compañía que se encuentra, como todas las tardes, atendiendo a los clientes que llegan con prisas. «Ya la cosa ha cambiado -recuerda el mismo Rafa-. Antes la gente entraba en la peluquería para pelarse, pero también para charlar con los vecinos y para pegarle un repaso al mundo. Siempre las barberías han sido lugares de ingeniosas tertulias. Ahora, sin embargo, damos cita. El cliente llega a la hora que tiene asignada, se pela y se va a otra cosa. Es lógico, pero la cosa ha cambiado mucho», comenta con un evidente tono de resignación mientras sigue a lo suyo.

Rafa comenzó de pequeño de aprendiz con su padre en la famosa barbería que había junto a la iglesia de Santiago. Sus pelados son los clásicos, los de toda la vida, a navaja y con un pulso exquisito. Allí van a parar gran variedad de jerezanos a pegarse un repaso. Desde la cabellera de un señor que acaba de salir de la obra de abajo, hasta la de un director de periódicos, pongamos por caso. Toda una gama de oficios habidos y por haber unidos por el engorro que da lucir más pelo de la cuenta. «Tenemos una variada clientela de muchos años», responde Rafael para concluir.

El vado

Llegando casi al final de la calle Compañía, nos encontramos con otro Rafael. Rafael Cubiella se encarga de poner a punto esas contracturas que se sufren de tanta vida sedente. Es el fisioterapeuta de Fisiocentro.

«Estamos a tope de trabajo, pero te puedo atender cinco minutos. No hay problema», comenta algo acelerado por el trabajo que tiene. Después prosigue afirmando que «estoy encantado de estar aquí, en pleno centro de Jerez. Es una zona privilegiada, la verdad». Pero ubicarse en el centro tiene, al parecer, algunos problemas implícitos. El vado del centro sanitario de Rafael es foco de polémicas lógicas. «Es tremendo. Aquí necesitamos un vado permanente porque durante la jornada están entrando pacientes con problemas físicos y no pueden aparcar a cien metros de aquí. Personas con problemas de espalda o que no pueden andar. Pues el vado siempre lo tenemos ocupado por aquellos que llegan, dicen que son tres minutos, y resulta que no aparecen en toda la mañana. Es una lucha diaria. Ya sé que no podemos tener un policía local toda la mañana vigilando la puerta, pero esto nos ocasiona muchos problemas», explica visiblemente contrariado.

Pero la reseñada no es la única queja de Rafael. Tiene otra, y la explica esperanzado en que su relato en un periódico sirva para se solucione el problema. «Los contenedores de basura están a un metro de la puerta de un centro sanitario. Ya nos hemos quejado a Medio Ambiente, pero nada. No hay forma. No es el mejor lugar. No sé, o estorban los contenedores o estorbamos nosotros», agrega.

Al fondo está cayendo la tarde y la preciosa fachada de lo que fue la antigua iglesia de San Ignacio está refulgente por la acción de los últimos rayos de sol. Se escucha el ensayo de una orquesta de música que toca desde el interior. Pronto habrá concierto en la Sala Compañía. La cultura no ha cesado de estar presente entre estas paredes. La calle de los jesuitas, el lugar de la cultura, una zona céntrica de Jerez cargada de incuestionable encanto.