LOS PELIGROS

Ropa tendida

Se conocía, la semana pasada, que el Ayuntamiento de Cádiz había empezado a enviar cartas a distintas comunidades de edificios instándoles a retirar los tendederos y aparatos de refrigeración de las fachadas. Que esta vez iba en serio. Como siempre hemos defendido aquí que la legislación se cumpla, me parece muy bien esta iniciativa municipal de hacer cumplir sus normas. Pero ese anuncio de mano dura sólo puede ser justo si se aplica igual a todo el mundo, no con el relativismo legal que se acostumbra. Sirve igual en cualquier campo. El uso de la grúa es necesario, y quizás casi popular, si se dedicara a retirar los coches que molestan a los demás, no los más fáciles. Este verano hemos visto como diversas furgonetas de gran tamaño, dedicadas a la venta ambulante de bebidas en la playa, y con autorización municipal para esa venta, han estado aparcando impunemente sobre las aceras, convertidas en improvisado almacén y sucio desagüe de su negocio. No vimos a la grúa llevárselas, pero sí al que aparca en una esquina despejada. Tampoco se multa, ni se retira, al que obstruye las rampas construidas en las aceras para eliminar barreras para minusválidos, o carritos o personas mayores, con el dinero que nos cuestan esas obras y lo que rentan de propaganda. En el caso de la ropa tendida, no sería justo que unas casas, por dar a vías que alguien considere más importantes, reciban toda la mano dura del Ayuntamiento, mientras las demás se dejen, también en eso, como en la limpieza, a su suerte.

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Porque entiendo que, antes de imponer esa obligación, debería facilitarse el poder cumplirla. Está bien que la Ley se exija, pero cuando es mala, por inaplicable o falta de realismo, hay que cambiarla y adaptarla a la realidad. No voy a culpar al actual Ayuntamiento de que haya ropa tendida en las fachadas, porque eso está prohibido desde una Ordenanza de 1903, sin que se haya cumplido nunca. Pero sí es responsabilidad de este Gobierno municipal mantener una legislación que se limita a prohibir sin dar soluciones al problema. Un Decreto de la alcaldesa Martínez fija un plazo de 30 días para retirar esos tenderetes y, si no se cumple, se multa con 600 euros. Esa prohibición está recogida, también, en las normas urbanísticas del vigente PGOU. Pero, ¿cómo pueden cumplirla muchas casas construidas para aprovechar al máximo el escaso, y caro, suelo disponible?

Ese mismo PGOU dice que «la superficie de tendedero no será inferior a 1,20 metros cuadrados». Esto es, un insuficiente cuadrado de un metro. Para tender una simple sábana de matrimonio habría que doblarla en dos, sin que quepa nada más en esa cuerda. Es un ejemplo de la vida real, que debería trasladarse a las normas. No al revés. Ese tamaño es el que, según denunciaba un dirigente vecinal de Astilleros, tienen los patios de los pisos que la municipal PROCASA ha construido en ese barrio. Tampoco se explica que, en una lujosa promoción cercana al paseo marítimo, que han empezado a entregar hace días, ya se vean tendederos portátiles en las terrazas. Como es responsabilidad municipal otorgar la licencia de primera ocupación, entendemos que sí cumplen esa norma, pero parece claro también que ese tamaño de patio no soluciona nada. ¿Lo ha previsto el nuevo PGOU y va a obligar a las empresas promotoras, empezando por la propia, a ampliarlos?

La prohibición no sólo afecta a las fachadas sino a cualquier espacio que pueda verse desde la vía pública. Para ello, el PGOU vigente ordena «elementos de ocultación». También se permite tender en las azoteas, pero muchas de ellas no se pueden visitar por carecer de protección contra caídas o no estar enlosadas las capas de impermeabilización. ¿Qué va a hacer el Ayuntamiento para ocultar los patios traseros abiertos o para dotar de medios a las azoteas que no los tienen? No existe ningún programa de ayudas económicas, como el que hay para instalar ascensores, para que los bloques puedan adaptarse a las ordenanzas, y poder retirar la ropa tendida de las fachadas. ¿Es solución limitarse a multar a todo el mundo? Llevamos 100 años sin que lo sea.