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Últimas conversaciones

VUELTA DE HOJA Antes de despegar hacia las extensas regiones de la muerte, ya había un intenso mosqueo entre los pasajeros. Las dilaciones no les daban buena espina y esos pequeños aparatitos que han llegado a formar parte de nuestro oído externo estaban a pleno rendimiento.

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Los mensajes van a durar más que quienes los emitieron. En muchas casas se han quedado grabadas las últimas conversaciones. ¿Por qué suena distinta la voz de un muerto? Es la misma, absolutamente la misma que la que emitía cuando estaba vivo, pero hay algo que ha cambiado: ya no puede decir anda. La muerte le ha quitado la palabra de la boca, lo que siempre es una falta de educación.

Ahora las víctimas le están pidiendo explicaciones a Spanair y exigen información. No piden psicólogos, con su manual de instrucciones tópicas, ni quieren políticos, con su habitual repertorio de promesas de rápido cumplimiento. Lo que quieren es saber por qué pasó lo que pasó. Más que nada, aunque ya sea todo irremediable, por si pudo evitarse que pasara. El mecánico ha declarado que la primera avería no causó el accidente, pero a las familias de los fallecidos les da igual que el motivo de la catástrofe fueran otras. El MD-82 se estrelló ocho días antes de renovar el permiso de navegación y la cuestionada aerolínea había superado 22 revisiones en la UE. Tampoco ese dato garantiza muchas cosas. Hay tribunales benévolos.

Quienes se quedaron bruscamente sin las personas que más querían, quieren conocer la verdad. Es cierto que el saber no ocupa lugar, pero ocupa tiempo, y alguna vez se aclarará tanta oscuridad.

Le llamaremos incompetencia o negligencia, que también con esas palabras podemos nombrar a la fatalidad. De quienes murieron sólo quedan sus últimas conversaciones. Cuando aún no sabían que eran las últimas.