Vista general de la playa roteña de La Costilla y su paseo marítimo. / LA VOZ
Jerez

En Rota, sin mojarme y flipando

Esta semana he vuelto a darme un garbeo fuera de los jereles, y otra vez por un lugar que ha sido mi hogar durante muchos años, Rota, refugio de tantos jerezanos, tanto en invierno como sobre todo en verano; y si no que se lo pregunten a José Mendez o los Agujetas. Rota, que me ha deparado el reencuentro con ese microcosmos durante tanto tiempo: los largos paseos invernales por la playa de La Costilla hasta el Hotel Playa de la Luz o Punta Candor ( La Ballena me coge ya a trasmano); El bar de Chicho o el del difunto Salvador Lobatón; las calles Higuereta, Charco, Mina o Blas Infante o mi cafetería de la avenida San Fernando. Y, por qué no, la dieta con la mejor comida rapida(hamburguesas, pizzas, tex-mex...) de la provincia.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Y los veranos, en un día de agosto como este jueves radiante, que hoy me resultan masificados de sobrinos que apenas si conozco, y amigos que son fiel espejo de los años que han pasado para todos. Y las veinteañeras que le producen a uno complejo de Campoamor o viejo verde en la barra del chiringuito.

A la caída de la tarde nos hemos dirigido mi hermana María, mi cuñado y el autor de estos veladores a tapear por la plaza de las Canteras y la calle Charco, sorteando más jerezanos que lugareños, hasta llegar a la plaza de Plancha, donde el viejo Ayuntamiento. A partir de ahí, a flipar en colores.

Espectáculo

Para aquellos que conocemos el Bar Torito y a Manolo Barba, ya tenemos sobradas muestras de su ingenio para la decoración y su sentido del espectáculo, pero esta vez se ha superado a sí mismo. Lo más edificante del happening que había montado Manolo la noche de este miercoles, aparte del protagonista -una mezcla indescriptible de Falete, Javier Gurruchaga y la Esmeralda de Triana- era la variedad de los espectadores que jaleaban a nuestro protagonista.

Cuando aquella mole se transformó en la Esperana de Triana cantando saetas con pasitos de Robocop, dijimos basta. Antes había simulado una felación a un voluntario del público a los compases de Yo no soy ésa que tú te creías, de Mari Trini. Y desde luego que no era ésa.

Cuando ya me iba, lo último que se le oía a aquel estibador del puerto con tanga y faralaes era un estimulante llamadme «¿Gooorda, guaaarra, puuuuta!» cuando ella-él lo indicara como estribillo de una canción de Karina.

Si creen ustedes que el que esto relata estaba empachado de tripis o intoxicado de maría en un antro de Chueca, no tiene ni puñetera idea; y si no, que se pase el miercoles que viene por la calle Italia, por el Bar Torito, en Rota, sobre las diez y media d ela noche, aproximadamente. Tengan por seguro que no lo olvidarán nunca.