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«¿A esto lo llaman retirada?»

Controles y más controles. La orden de retirada emitida por Moscú no llegó a tiempo a los soldados rusos desplegados en suelo georgiano, que un día más actuaron como auténticas fuerzas de ocupación. Los rumores sobre la salida de unidades rusas apenas se pudieron percibir en las pequeñas aldeas que rodean Gori, como Paski, donde días antes habían volado el puente de la línea ferroviaria. «Nos da miedo el ruido de cada motor, es increíble salir a la calle y no ver tanques, no me lo puedo creer», comentaba una anciana que abría la puerta de su casa tras diez días de encierro. Desafiando la presencia rusa y usando caminos secundarios en lugar de la vía principal, donde aún las tropas de Moscú mantenían sus tanques, algunos valientes consiguieron regresar a sus hogares.

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Mientras los rusos hacían su trabajo, la Policía y el Ejército georgianos esperaban en los arcenes de la calzada la orden liberadora del Kremlin para poder entrar a la zona ocupada. La imagen del día se produjo en Igoeti, pueblo anterior a Gori, donde se levanta la nueva frontera marcada por las fuerzas del Kremlin a escasos cincuenta kilómetros de Tiflis. Dos vehículos Ford de la Policía local cerraban el paso a un blindado ruso que, sin pensárselo dos veces, pasó por encima de los coches. Los agentes se salvaron de milagro. «¿A esto le llamas retirarse?», se preguntaban con sorna los policías sentados a la sombra, mientras una grúa retiraba los coches dañados.