BALONCESTO, ESPAÑA SUFRE PARA TUMBAR A LOS ANFITRIONES

Al olor del incendio

España purga su suficiencia y gana en la prórroga a China con la calidad de Gasol y un sobreesfuerzo defensivo al mando de Ricky

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La selección española de baloncesto extrajo ayer suficientes conclusiones como para convocar una jornada entera de reflexión la víspera de una elecciones generales. A saber: que el mundo gira y el resto de la humanidad hace cosas mientras uno se echa la siesta y que el baloncesto, como todo en esta vida, es para quien lo trabaja. El equipo que derrotó holgadamente a Grecia en la jornada inaugural de los Juegos Olímpicos llegó a perder por quince puntos (52-37) en el minuto 22 y encaró el cuarto final con catorce de desventaja (61-47). Así que necesitó apelar a sus argumentos más contundentes, como la fiereza defensiva en su extendido catálogo de variantes, y a la jerarquía de sus figuras para llevar un partido agónico a la prórroga (72-72) y rematarlo en cinco minutos suplementarios (75-85) de una superioridad insultante para los méritos anteriores del rival.

Los perdedores siempre resultan simpáticos y ceden encanto en la misma proporción que mejoran sus cualidades deportivas. El conjunto anfitrión, formado por tipos a quienes antes se miraba con la ternura de sus ojos rasgados, demostró ayer que ha avanzado hacia la modernidad más deprisa que sus gobernantes. Influencia, sin duda, de un entrenador europeo como Jonas Kazlauskas, el lituano que devolvió hace una década la gloria pretérita al Zalgiris. Comandado por un juego interior de la NBA -Yao y Yi-, un tirador que se ha convertido en compañero para Gasol en los Lakers y un puesto de base bien cubierto, el combinado oriental divulgó un concepto del baloncesto bastante más que aseado. Pero se enredó en sus taras: la dependencia excesiva del acierto en el tiro que ayer le acompañó bastante más tiempo que ante Estados Unidos y ese vértigo del pequeño cuando interioriza la opción real de derrotar a toda una campeona del mundo a la que le sobran argumentos propios del juego.

Defensa permisiva

Demasiado relato sobre la selección china, ¿verdad? Será porque España le cedió gentilmente el protagonismo mediante una defensa condescendiente frente a los exteriores y frágil ante un par de bloqueos y continuaciones que encontraron a Yao Ming, el gigante de la NBA que expuso hasta el descanso más voluntad y deseo que Pau Gasol. Sí, baloncestísticamente hablando, España es netamente superior a China, pero ayer necesitó bajar el culo, meter los riñones y probar la desagradable sensación de los dientes apretados antes de imponer su calidad.

Hay datos estremecedores: los 46 puntos recibidos en el descanso, la única canasta de Calderón en el minuto 23, el casillero vacío de un Garbajosa que es rehén de una temporada inactiva... Sensaciones inconcebibles hasta que se conjuró un equipo sujetado únicamente por Rudy Fernández hasta el descanso. El escolta mallorquín, autor de diez puntos en los seis primeros minutos, confirmó cuanto el destino ya tiene escrito: que marcará una época en el baloncesto, como el imberbe Ricky Rubio.

Ambos, con el talento inmenso de Pau Gasol activado al oler el humo del incendio, la perenne garra de Felipe Reyes y la presión defensiva en toda la cancha, se aliaron para establecer un marcador de 14-38 en los quince últimos minutos, prórroga incluida. Para ello hizo falta que Pau sintiera el frío en el trasero y se sacudiese la galbana para -por fin- ofrecerse donde hace daño, que los compañeros le vieran y subrayar la jerarquía que le traduce en uno de los hombres más pagados por la NBA. Siete de los diez míseros puntos españoles en el tercer cuarto y nueve del tiempo complementario llevaron la firma del ala-pívot. Tras demasiados minutos de suficiencia mal entendida, el interior de los Lakers acabó reivindicándose como la figura imperial que es cuando se lo propone.

El molino de viento

China sucumbió en el último cuarto porque le pudo el pánico. Se sintió incapaz de contener el vendaval ofensivo de España y la defensa atosigante que dejaba a los jugadores orientales sin aire puro que meterse en los pulmones. El reloj descendía a su ritmo aritmético y la ventaja local menguaba de manera geométrica con el mate de Pau, el triple de un Navarro errático, el canastón de Marc que igualaba a 72... Pero, sobre todo, China malvivió con pavor, y pese a las ayudas arbitrales de un trío hogareño, la inclemencia defensiva de Ricky. Los brazos incansables como aspas de molino quijotesco o parque eólico -elijan ustedes la era histórica- de ese chaval narigudo y mal peinado que alternó yerros y resplandores dentro de un compromiso indeleble con el grupo. Un conjunto que ayer aprendió la penitencia asociada al pecado de la soberbia en forma de sobreesfuerzo, 38 horas antes de enfrentarse a una Alemania que alinea a Nowitzki y el nacionalizado Kaman, aristocracia en el juego interior.