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En las manos de un gigante

Yao Ming lidera a la imprevisible selección china, rival mañana de España

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La Plaza de Tiananmen está, en realidad, casi vacía. Es una explanada urbana. Ocupa como 40 campos de fútbol. Y, en realidad, siempre está llena de gente, de turistas chinos, sobre todo. Es el reclamo del régimen. La construyeron para los desfiles y el autobombo. Destaca un obelisco, sellado con una inscripción: «Los héroes del pueblo son inmortales». La dictó el guía de la revolución roja, Mao Zedong. Inmortal; como prueba su tumba, situada allí mismo, en Tiananmen, el lugar donde murieron cientos de estudiantes en la revuelta de 1989.

La imagen de Mao tiene un palco en la plaza. Casi a su altura, cruza a pasos largos el último héroe chino: Yao Ming. Con sus 2,39 metros. Con estatus de icono en un país de 1.300 millones de vecinos. Ming le abrió la puerta de la NBA, el templo del baloncesto. Y por ella se coló todo un continente. Para China, es el nuevo descubridor de América. El que inaugura el camino. Condujo a la delegación china en la ceremonia de apertura. Como en Atenas 2004. Inmortal Ming. Hoy no hay rastro en Tiananmen de aquellos tanques que pisoteaban estudiantes.

La plaza es símbolo del crecimiento del gigante chino. El de Ming, claro. A la NBA llegó en 2002. Novato, blando. Hasta O'Neal se rió de él: «Chang, ching, chong, chang...», declaró al referirse al asiático. Poco después, Ming, líder de la imprevisible selección china, e frenó en la cancha. Era bueno. Y un reclamo único: las grandes firmas se lo disputaron. No era el mejor de la NBA. Era más que eso: era chino. Esto es, la llave para un mercado casi infinito de consumidores.

China es un país ordenado. Con el ritmo marcado. Del azar se ocupa el Gobierno. Cuenta Brook Larmer en su libro 'Operación Yao Ming' que todo se debe a un plan. Una especie de proyecto de mejora genética. En China, a la población le falta altura. Así que hay que aprovechar la que se tiene. Da Fang era una jugadora profesional de baloncesto. Mide 1,88. Da Yao jugaba en el equipo masculino, con sus 1,85. Según el relato de Larmer, las autoridades chinas hicieron de celestina: 'facilitaron' el noviazgo. Querían sumar centímetros. De ahí salió el bebé Yao Ming, que pesó cinco kilos largos. En 2005, el Gobierno le concedió el título de 'obrero del año'. Símbolo del cambio.