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La depilación

Qué jartura, hija, con el verano, tener que estar pendiente a cada rato del rollazo de la depilación! Lo prometo, si el año que viene tengo algo de dinerín, que es posible que no, pero bueno, aquí la menda se hace la refinitiva.

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En invierno se lleva de otra manera, una no tiene que estar tan pendiente, se tapa bien y punto pelota. Pero ahora en verano, y con estas calores, no hay manera de escaquearse: ¿quién se pone unos pantalones largos, quién una manguita corta, quién va a la playa como la Bea de verano azul cuando se hizo mujer, con una falda larga?

Yo las paso canutas, porque casi siempre me la hago yo a mí misma, por una cuestión económica mayormente, y porque hay ciertos aspectos de mi intimidad que no me gusta compartir con una esteticién por más simpática que me parezca.

¿Por qué tendremos pelo las mujeres, si tenemos que quitárnoslo? O mejor, ¿quién dijo que teníamos que quitárnoslo, que era más bonito una mujer con la pierna pelá? ¿quién nos lo metió en la cabeza, por qué nos torturan con estos hábitos culturales?

Por eso no entiendo yo a esos gachós metrosexuales a los que les ha dado ahora también por depilarse. No hay cosa más fea para mí que un tío depilado, pero tampoco más estúpida. Con lo fácil que lo tenían, con lo que me ha puesto a mí siempre un hombre levantando el brazo ahí con su pelambrera, o ese pechito pelúo insinuado a través de una camisa blanca abierta... Ahora que habían conseguido librarse de la mili, que era la única putada que reservaba la sociedad a los hombres, van los carajotes y se les ocurre depilarse. Con lo buenos que están ese Cristiano Ronaldo y ese Beckham, y la fatiga que me da mirarlos a la cara y verles esas cejas estilo Manolita Chen...

Bueno, me voy, que hoy me voy a poner unos tirantitos y tengo que darme un repaso...