TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

La parte más débil del 'Nuevo Pepita Aurora'

La cuerda de la Justicia se ha roto por la parte más débil, se ha llegado a decir y a escribir en torno a la imputación de José Vega, patrón del pesquero barbateño Nuevo Pepita Aurora, tras el informe emitido por la Comisión Permanente de Investigación de Siniestros Marítimos. La parte más débil fueron los marineros muertos o desaparecidos, ocho en total, en una tragedia que a 5 de septiembre de 2007 conmocionó a toda la provincia.

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Cierto es que José Vega viajaba a bordo del pesquero y que logró salvar a varios de los miembros de su tripulación. Pero también es verdad que el peso de las redes superaba hasta la enésima potencia lo permitido. Los salientes de agua de cubierta iban cerrados, lo cual también podría haber contribuido al trágico desenlace de aquel suceso. Que el patrón esté imputado no significa que esté condenado. De hecho, ya acudió en diversas ocasiones al juzgado en calidad de testigo. Ahora, con su imputación, contará con asesoramiento letrado y mayores garantías a la hora de defenderse.

Está bien que se esclarezcan los hechos y que la justicia emita su veredicto en vez de pegarle carpetazo sin resolver las responsabilidades a que hubiera lugar. Pero estaría bien que el interés de la Justicia y en especial el del Ministerio Público debería estribar en esclarecer otro tipo de incógnitas, las que siguen rodeando al sector pesquero provincial y que a fuer de injusticias anacrónicas suponen un factor de riesgo indudable para la supervivencia económica o no de las tripulaciones. Así lo reflejó el documental Donde hay patrón, de José Luis Tirado, que sigue siendo algo más que una pieza antropológica, una denuncia en el desierto sobre las circunstancias que pesan sobre las pesquerías barbateñas y gaditanas. ¿Quién va a asumir la responsabilidad de que estos pesqueros salgan a mar abierta cuando cierra el puerto de Algeciras bajo la voracidad de los vientos, por ejemplo? Los marineros ni siquiera se atreven a decir yo no salgo.

«Y no hay una autoridad, ni Ayudantía de Marina, ni Cofradía, que diga: no, bandera roja, que aquí los barcos con mal tiempo no salen aunque pierdan un día, pero no pierden la vida», protesta en la película el marinero Pedro Galván.

A veces, arriesgan la vida por nada, porque la pesca de bajura es a la parte y depende de lo que cargue el barco y de lo que valga el pescado en lonja. Esto es, que sigue sin haber sueldo base, aunque si el barco no sale cada marinero cobra la friolera de 120 euros a la semana, como anticipo a descontar cuando haya pesca. ¿Qué familia puede vivir con ese salario en los tiempos que corren?. La base mínima cotizada asciende a 1.311 euros mensuales para los técnicos, y 1.000 euros para los marineros. Pero nadie parece dispuesto a pagarla. Ni a exigirla. Salvo la ferretería y otros desembolsos menores que asume el dueño de la embarcación, la mayor parte de los gastos -licencia, gasoil, furgonetas, hielo y comida, por ejemplo- corren al 50% entre el armador y los tripulantes. Luego, se dividen las partes y se reserva una para el cocinero. La seguridad social se paga al monte mayor, se saca del mismo fondo para el empresario y para los trabajadores, contraviniendo la tradición sindical de treinta años de democracia. A los parados no les llega la camisa al cuerpo y a los jubilados tampoco: con 70.000 pesetas de las antiguas, tienen que buscarse un chapuz para seguir adelante después de más de cincuenta años en la mar. .

Claro que, como afirma Pascual Muñoz, «los armadores declaran en Hacienda todos los gastos que hay, y sin embargo el 50% lo han pagado los trabajadores». Incluso los marineros tienen que costearse la ropa de faena y el colchón de a bordo.

Hay base tarifada para cotizar, pero no se cumple. Y ni siquiera se expide una nómina. Repartos como el de la jarampa hablan de un tiempo en que la pesca se regía por reglas feudales. Lo peor es que ese tiempo no ha pasado y que el desastre del Nuevo Pepita Aurora lo ha puesto en evidencia. ¿Por qué se aplica este sistema cuando los antiguos convenidos colectivos de la mar quedaron derogados y el sistema de la parte también cayó oficialmente bajo la picota cuando se promulgó el Estatuto de los Trabajadores? ¿Por qué la justicia no entra a saco en esas responsabilidades sociales, más allá del escalofrío de una tragedia en concreto?. Por lo demás, todavía navegan cascarones de sesenta años, en malas condiciones, sin ducha o cuarto de baño. Parte de la flota se ha renovado, pero lo que no se renuevan son esas añejas condiciones laborales. Los compradores, por otra parte, apuran los precios a veces hasta extremos próximos a la usura, sin que nadie fije tampoco un precio mínimo por caja.

De 100 barcos que tuvo Barbate, apenas quedan 25 y en muchos de ellos hace falta contratar a inmigrantes. El caladero de Cádiz no da abasto para todos y, por si fuera poco, la parada biológica les obliga a permanecer lógicamente amarrados a puerto. Si no quedan jóvenes que quieran enrolarse en Barbate y en otros muelles, es por esta sucesión de causas. Prefieren ir a trabajar a Conil o a Gibraltar, para convertirse en marineros en tierra, como albañiles, como camareros ....

El Nuevo Pepita Aurora vino a sumarse a una enorme relación de nombres con sabor a luto. El Joven Alonso, por ejemplo. O el Dolores de Gomar. Sólo los marineros y sus familias recuerdan los llantos, las muertes, los cuerpos que duermen bajo las aguas. Según Balzac, «detrás de cada fortuna, hay un crimen». Esta situación ha enriquecido a unos cuantos pero nadie parece dispuesto a resolver ese enigma.