Colas para el besapié a Nuestro Padre Jesús Cautivo en la Iglesia de Santa Cruz. / FRANCIS JIMÉNEZ
CÁDIZ

Los martes, a Santa marta

De la cultura romana nos ha quedado algo más que los desfiles de la pasada semana y que el frustrado intento del grupo Phersu por representar Lisístrata en el teatro romano de Cádiz -cosas de la administración-. De la cultura romana nos ha quedado la costumbre de venerar a nuestros propios lares y penates, aquellos pequeños dioses domésticos a los que se encomendaba el cuidado y gobierno de los asuntos más privados, la despensa, los viajes, las enfermedades, la seguridad... Pertinazmente camuflados de devoción católica siguen los lares y penates echándonos una mano cuando la necesidad aprieta y seguimos demandando ese apoyo trascendental por mucho estado aconfesional, por mucha sociedad laica y por mucha ética que estudien nuestros niños, porque siempre habrá una Santa Bárbara para cuando arrecie la tormenta, un San Cucufato al que atarle los huevos cuando no aparecen las llaves y un San José al que rogarle que la hora de la muerte sea cortita, como los partos, que se encomiendan a San Ramón Nonato que, según cuentan, nació contra todo pronóstico.

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Forman parte de nuestra cultura y en la mayor parte de los casos guardan más relación con aspectos estrictamente culturales y ancestrales que con motivaciones de tipo espiritual o de fe, ¿cómo, si no, se entiende que una gran parte de los gaditanos castigue a San Pancracio en el fondo del congelador o que se guarden las estampas de San Antonio cabeza abajo en la esperanza de que aparezca el novio deseado? Hay un santo para cada asunto y un asunto para cada patrón. A Santa Agueda se encomiendan las afecciones de mama, por aquello de que la santa sufrió en sus carnes la mutilación de un pecho, a San Blas, la garganta por haberle quitado a un niño una espina de pescado que le ahogaba, a Santa Clara los ojos, a Santa Ana la fertilidad y así podríamos seguir por los siglos de los siglos o hasta que San Juan baje el dedo.

Cada actividad profesional tiene a su propio santo que le protege y que los colegios profesionales seguirán festejando por encima de la fe o de la religiosidad y de las leyes. Los médicos con San Lucas, los veterinarios con San Francisco de Asís, los bibliotecarios -ahí si que no encuentro relación, como no sea el silencio- con San Jerónimo, los enfermeros con San Juan de Dios, los abogados con San Raimundo de Peñafort, los barberos con San Martín de Porres -que será por lo de la escoba para recoger los pelos- los químicos con San Alberto Magno, la policía con el Angel Custodio -por lo de los ángeles de la guarda, se supone-, incluso Internet tiene a su propio patrón, el beato Santiago Alberione, aunque los internautas siguen encomendándose a San Gabriel, convertido en correo por la noticia que le llevó a la Virgen, en fin. Que por si sí o por si no, no hay quien no tenga un santo al que le guarde especial simpatía, o antipatía como la que yo le tengo a Santa Rita, y eso que es la patrona de los funcionarios.

Hay muchas rutas en Cádiz, ya lo saben. Pero hay una ruta que siguen mucha más gente de la que usted se imagina, una ruta no señalada en ninguna guía pero que congrega a muchísimos gaditanos movidos por la desesperanza, por la fe, por la fuerza o quizá por la costumbre. Una ruta de gente mansa -como eran los mansos de corazón- que se inicia los lunes en la capilla del Caminito donde se venera a San Nicolás de Bari, el del barreñito y las tres doncellas cautivas a las que cada lunes les dejaba un saco de oro. A San Nicolás se va a pedirle dinero, y van muchísimos, se lo aseguro. Los martes, la cita es en la parroquia del Rosario, con Santa Marta, la patrona de las amas de casa, de las lavanderas, de las asistentas del hogar, de los hosteleros y de los subsidios. Y a Santa Marta no es difícil imaginar qué le piden los devotos en una ciudad como ésta que vive de alguna de las parcelas que le corresponden a la hermana de Lázaro. Mañana comienza el triduo, que acabará el miércoles, festividad de la Santa y que convoca a tal cantidad de gaditanos, que será difícil encontrar sitio en la pequeña iglesia del Rosario. Santa Marta es la patrona de Horeca, pero también la suya, si diariamente pone lavadoras y atiende a sus pequeños.

Los miércoles son para Santa Rita, esa santa interesada, abogada de las causas difíciles pero con fama de traicionera que se venera en San Agustín. De Santa Rita nos queda la jaculatoria con la que le riñen sus fieles «Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita». Los jueves, la cita obligada lleva hasta San Antonio, donde San Judas Tadeo recibe la visita de miles -he dicho bien- de devotos desesperados con la ilusión de que el apóstol interceda. Y debe interceder, a la vista de cómo tiene San Judas de flores el altar y de cómo se llena la iglesia en octubre cuando se celebra el triduo en su honor, a pesar de todo. San Judas es un santo que se adapta a todas las necesidades, e incluso cuenta con una novena exprés, en formato reducido, para causas urgentes.

Y los viernes son del Cristo. A ver si conoce usted a alguien que nunca haya ido al Cristo en Cádiz. Porque el Cristo -sea el Nazareno en Santa María, sea el Medinaceli en Santa Cruz- sigue siendo el paño de lágrimas de esta ciudad, donde se quedan los deseos y se recargan las pilas de los sueños. Una ciudad que mantiene tradiciones sin necesidad de aspavientos ni de publicidad, sin necesidad de que nadie les diga cómo y dónde se cumplen las promesas. Una ruta tan gaditana como usted o como yo, aunque no tan políticamente correcta como las demás.