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Obama en Israel

Todo el mundo parece persuadido de que, si es elegido presidente, el senador Barack Obama cambiará poco o nada la política de la administración Bush en Oriente Medio, donde hoy, con su apretada visita a Israel y los territorios ocupados, termina una gira que le llevó también a Afganistán, Irak, Kuwait y Jordania.

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Todo lo que hizo y dijo Obama en Israel fue lo previsible y lo previsto, pero el énfasis de su programa propiamente israelí (con los hitos simbólicos de Museo Yad Vashem, Muro de las Lamentaciones y ciudad de Sderot amenazada por cohetes palestinos desde Gaza) no admite comparación con la visita al presidente Abbas en Ramala.

Obama ignoró, sin sorpresa, la tumba-mausoleo de Yassir Arafat, junto a la que se pasa para entrar al despacho de Abbas en la Mukata. Si un visitante se recoge allí un momento o pone unas flores o no lo hace se ha convertido en una especie de termómetro político y emocional sobre cómo enjuicia o valora el visitante la tragedia regional y la historia que genera.

Con todo, quedó bien con el mundo palestino oficial y aún popular porque su contendiente republicano, senador John McCain, giró hace poco la misma visita y ni siquiera visitó al presidente Abbas. McCain no quiso dejar pasar la posibilidad de mostrar hasta qué punto su alineamiento con Israel está blindado.

Sin embargo, en sus respectivos discursos ante la asamblea anual del AIPAC (el corazón del colosal lobby judío en Estados Unidos) ambos rivalizaron y Obama puso al público en pie entre ovaciones cuando dijo que Jerusalén debe permanecer «individida». Es verdad que, ante la estupefacción árabe, matizó que se refería al hecho material de que no vuelva a los días del alambre de espino y las trincheras y que su futuro está en la negociación bilateral.

Los israelíes prefieren a McCain, también por Irán, y los judíos norteamericanos, con tradición de votar más bien demócrata, están muy divididos. En todo caso, lo único que podría hacer Obama para sugerir un cambio fuerte sería nombrar al senador Chuck Hagel como su candidato a la vicepresidencia. Hagel es uno de los seis u ocho senadores con criterios independientes sobre el particular y muy poco estimado en Israel.