FANDI. Par de banderillas al primero de su lote. / EFE
Toros

Manzanares despierta tarde

El diestro logró una oreja de un notable sexto toro de El Pilar, el de mejor juego de una corrida muy dispar, en la que El Cid y El Fandi cumplieron sin más

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Colorado, astas y pitones pálidos, rechonchito, bajo de agujas, cara de bueno. Fue muy codicioso, Más codicia y movilidad que potencia, pero de buen aire, ganas. Alegría, clase al descolgar. A veces planeaba. El mejor de los seis. Encontró a la gente algo cansada y a Manzanares no del todo encajado, ni dispuesto, ni templado, ni ajustado. Sí resuelto, pero no siempre colocado. Como si no le diera al toro la importancia que tenía. Cuando le echó la muleta al hocico y se puso y cruzó, Manzanares fue otro. El que tenía que ser. Algo desordenada y larga faena, con su ritmo rutinario, su sitio seguro y sus chispas sueltas pero tardías. Una excelente estocada. Se resistió el toro. Antes de montar la espada, un aviso. Un segundo aviso mientras el toro se resistía a doblar.

Los otros cuatro toros de El Pilar se habían movido. Pero más descabaladamente. De trazas muy distintas a este sexto fueron todos ellos. Y más todavía un quinto del hierro de Moisés Fraile, origen Lisardo Sánchez y hechuras raras: 600 kilos, que no se veían, la cuerna acodada, muy gruesas mazorcas. Como fue abanto y hasta huido de salida, sembró la inquietud propia del caso. Inquietud y alarma porque, después de arrear engaños, mandó a El Fandi de cabeza al callejón. Lo cual no está al alcance de muchos toros .

Dos duras varas tomó ese toro de Moisés pero de otra sangre. Suelto y distraído después de engañosa pelea en el caballo.

Temperamental y un punto áspero, pero pronto; escarbador también; gallo de pelea, porque escarbó y adelantó por las dos manos. Si no lo encelaban, se revolvía y parecía puntear. Los embroques antes de tiempo o a destiempo o en paralelo de El Fandi no convinieron al toro, que tuvo, como todos los que acusan querencias impropias o meras ganas de irse, una manera de venirse sesgado no sencilla de librar. Es probable que El Fandi no se esperara en Santander un toro así. Ni tan armado ni tan original. Pero cuando se torea en las ferias de verano y casi a diario, puede aparecer de golpe un torote reventón. Como ése, que incluso al rendirse del cachetazo mortal estuvo a punto de hundirle un pitón en el pie a Basilio Martín, buen tercero, puntillero de la cuadrilla. Tampoco contaría El Fandi con otro inconveniente todavía más inesperado: que la protesta desmedida de las peñas de sol hiciera a la fuerza callar a la banda de música durante el primero de los dos tercios de banderillas que El Fandi cumplió sin hacerse de rogar.

Rareza absoluta. Lo que las peñas querían era que tocasen dulzaina y pandero con su fondo de palmas planas a coro, que es como se acompañan las banderillas de los peones de brega. Así que los dos primeros pares los puso El Fandi entre un sonoro fondo de palmas de tango, que no iban por él sino por los músicos. No daría crédito.