Opinion

Esa cosa llamada edad

CALLE PORVERA Adoro a los becarios, esos seres jóvenes y llenos de ganas que aparecen en las vidas de muchas oficinas en verano y que, como ha ocurrido en mi caso este año, la ven a una con otros ojos, casi siempre más favorecedores que los de los compañeros que ya están hartos de aguantarnos a lo largo de 12 meses.

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Si les digo que estoy a un mes de cumplir los 31, que todos mis amigos certifican fin de semana a fin de semana que las marchas ya no son lo que eran y que hasta mis hermanos pequeños han acabado por cuestionar el estilo de vida que he decidido no abandonar todavía, entenderán que desde ayer no olvide en mis oraciones a nuestros jóvenes compañeros que en el marco de una conversación intrascendente sobre eso de la edad me soltaron: «¿Tú debes tener unos 23 ó 24 años, no?».

Claro, aún estoy en estado de shock, y sólo espero que la revelación de que una todavía podría pasar por una jovencilla -absténganse de comentarios los envidiosos- no se me suba a la cabeza y me dé por aficionarme al botellón -del que no fui defensora mi en mis años mozos-, por ponerme ropa que ni con 15 años llegué a usar y por lloriquearle a Mochano para que no me ponga hora cuando salgo por ahí con alguna amiga.

Después de un rato, pensé que tal vez, listos como son estos becarios, me habían quitado de encima ocho años para agradar, para ganarse mi favor y así asegurarse un verano tranquilo a mi lado. Y pese a todo... sigo entusiasmada. Ya le decía Johnny Guitar, su antiguo amante, a Joan Crawford en aquella película: «Miénteme. Dime que aún me quieres como yo te quiero». Da igual que no sea verdad. Escuchar cierto tipo de cosas siempre levantan el ánimo.