Editorial

Siembra de terror

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a banda terrorista ETA dio inicio ayer a su siempre previsible campaña estival de atentados violentando con sus bombas, una vez más, la tranquilidad y el sosiego de los cántabros y de los miles de vascos que acostumbran a disfrutar del descanso en la comunidad vecina. Los cuatro artefactos que los terroristas hicieron estallar en Laredo y Noja provocaron la inquietud y la airada indignación de una sociedad que está más que harta de la bárbara prepotencia con la que los etarras señalan sus objetivos y reivindican después cada ataque incluyéndolo en el consabido listado. Los activistas del terror se ven en la necesidad de agrupar sus incalificables crímenes como si sumarlos concediera algún sentido a sus macabras actuaciones; como si el patetismo fundamentalista de sus actos adquiriera así una dimensión estratégica. Las cuatro bombas que ayer explotaron en Cantabria fueron una buena muestra del desprecio que los terroristas sienten hacia la vida y la libertad de los demás ciudadanos; de su obstinada pretensión de hacerse valer mediante la perpetuación de la violencia. Pero esos cuatro artefactos reflejaron también la extrema debilidad de una trama que es capaz de golpear cuando puede y donde puede, pero no cuando quiere y donde quiere. Es capaz de perturbar la paz en dos lugares de veraneo, pero en ningún caso puede resquebrajar la voluntad democrática de todo un país que sólo espera su definitiva desaparición. Ayer el mal tiempo atenuó las consecuencias que hubiesen causado los atentados de ETA en un domingo soleado, frustrando probablemente las expectativas que los terroristas habían depositado en el eco de las explosiones. Pero las intenciones que los etarras rubricaron ayer en Laredo y Noja obligan a las fuerzas de seguridad a extremar la vigilancia para prevenir nuevos atentados en los días y semanas venideros. Y obliga a instituciones y partidos a proseguir, con más fuerza si cabe, en la denuncia y condena del terror, invitando a los ciudadanos a disfrutar del verano sin dejar de exteriorizar por ello la repulsa que les merece toda acción terrorista. Entre otras razones porque será así como la lógica preocupación por la persistencia de la amenaza etarra continuará cediendo terreno a la certeza de una pronta victoria democrática sobre el terror.