LA RAYUELA

La innombrable

La innombrable crisis económica pone de manifiesto la enorme fragilidad del modelo de desarrollo vigente. Aunque resulte un poco patético, no le falta cierta razón al Gobierno cuando, de acuerdo con los criterios del FMI se niega designar las macrocifras de la economía española con la palabra crisis, ni siquiera con la de recesión (reservada a dos semestres continuados con decrecimiento del PIB), cuando se prevén crecimientos para 2008 y 2009 del 1,8% y 1,2% respectivamente. Es cierto que las economías financieras los factores psico sociológicos son tan influyentes, que la sensación de crisis opera como una retroalimentación de la misma por el conocido principio de que una percepción compartida, que aunque sea incierta, es real en sus consecuencias.

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La innombrable pone también al descubierto una verdad de Perogrullo: que mientras a la mayoría los empobrece, a los muy ricos, corporaciones y bancos los engorda como jabugos. En el fondo hay un problema de concepto, que no es otro que el modelo de crecimiento y su medida. En las modernas sociedades complejas parece cada vez más necesario superar la simplicidad engañosa de los sistemas basados únicamente en indicadores econométricos que dan cuenta de la evolución global de un país o una región. Por ejemplo, un desarrollo espectacular del PIB de España en el último decenio encubre o desdibuja los costes medioambientales insostenibles del modelo vigente, retrocesos de los salarios con relación al nivel de vida o un aumento en las desigualdades sociales entre regiones y personas. Y aunque esta realidad pueda ser percibida mayoritariamente y se refleje en algunos estudios de opinión, aparece disociada y fragmentada, permitiendo imponer en los medios de comunicación el discurso parcial, y por tanto deformante, del progreso y la riqueza para todos.

Una estadística precisa pondría al ciudadano en el centro o diana, teniendo en cuenta las dimensiones de la realidad que más inciden en su vida concreta. Es innegable la utilidad que una medición estadística fiable juega como argumento o contra argumento en la dialéctica de las luchas sociales en una sociedad tan entregada a la medida, donde el número es también un elemento de disputa. Sobre todo cuando socialmente se ha impuesto una cierta mitología de la objetividad científica de las macrocifras y análisis de organismos como el FMI, el Banco Mundial o la OCDE, que, como cualquier bachiller sabe, están trufados por los interesas e ideología de los mencionados organismos.

Acaba de aparecer en las librerías el Barómetro Social de España (Colectivo IOE, Centro de Estudios para la Paz y Traficantes de Sueños, Madrid, 2008), que analiza la evolución de once dimensiones que miden la evolución de la calidad de vida de los españoles en este periodo: la renta y el patrimonio, el empleo, la salud, la educación, la vivienda, la protección social, la seguridad y la justicia, el medio ambiente, la participación ciudadana, las relaciones internacionales y la igualdad de género. Frente la usual ocultación de la ideología, pretendiendo una falsa objetividad, los autores optan por mostrar sus cartas, para desde el rigor y la trasparencia científica, apostar por el conocimiento como instrumento de transformación social. Algo que puede sonar a antiguo en esta sociedad de nuevos ricos desmemoriados y hedonistas, pero que sigue siendo el hilo que teje una red social mallada por traficantes de sueños que se refieren a palabras tan viejas como sabias: justicia, igualdad o solidaridad.