Pedro Solbes, ministro de Economía. /JAIME GARCÍA
Economia

La crisis llega a Solbes

Uno de los valores más sólidos del gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero, el vicepresidente segundo y ministro de Economía, Pedro Solbes, atraviesa sus peores momentos desde que asumió el cargo en 2004. Las crisis económicas tienen todas matices distintos, afectan unas veces al consumo, otras a las materias primas, en otras ocasiones están motivadas por conflictos bélicos, etc., pero suelen tener un denominador común: acaban con el ministro del ramo.

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Algunos sondeos recientes han desvelado el desgaste generalizado del Gobierno y en especial el del titular de la cartera de Economía, que comienza a cosechar suspensos en la valoración de los ciudadanos. ¿Que ha cambiado en tan sólo unos meses, para que el sólido y experimentado funcionario se vea ahora en el centro de las críticas? Pues ha cambiado casi todo, menos él. La economía no camina hacia arriba sino hacia abajo; no se crea empleo, sino que se destruye; los triunfos empresariales han dejado paso a las alarmantes suspensiones de pagos; la Bolsa ha dejado de crecer para comenzar a desmoronarse y el superávit de las cuentas públicas está a punto de convertirse en déficit.

Mientras tanto, Pedro Solbes ha adoptado con rigor el manual del buen ministro de Economía, obligado por las circunstancias y el guión -como el adúltero pillado in fraganti- a asegurar que «esto no es lo que parece». José Luis Rodríguez Zapatero no ha dudado en respaldar una y otra vez la aparente miopía de su ministro para aceptar la cruda realidad, al defender, como él, que «el alarmismo no genera crecimiento económico».

Los expertos consideran que si bien en ese terreno ha hecho lo correcto al minimizar lo que está cayendo y lo que puede venir detrás, también señalan que «quizá haya sobreactuado, hasta mantener durante demasiado tiempo un mensaje optimista que ya no se creía nadie». Lo cierto es que en plena campaña electoral -el debate televisivo con su oponente Manuel Pizarro fue un buen exponente de ello-, Solbes pintó la coyuntura de color 'rosa', con una España muy cercana a su potencial real de crecimiento, mientras calificaba de «desaceleración» los primeros datos negativos sobre la evolución de la economía española.

Efectivamente, ha hecho un enorme esfuerzo para mantenerse un paso por detrás de la realidad. Cuando la mayor parte de los analistas comenzaban a hablar de crisis él, impertérrito, no daba su brazo a torcer y prefería mantener la defensa de la «desaceleración»; se empeñó también en calificar de «suave aterrizaje» el ajuste que comenzaba a sentirse en el sector inmobiliario, mientras en la pista los bomberos se pertrechaban ya para uno con tintes de «emergencia». Con el paso de los meses ha terminado por admitir, pero como si le costase la extracción de una costilla, que «el año puede terminar con un ligero déficit público» y, ya en la última semana, que «estamos ante la crisis más compleja de la historia de España». ¿Por fin dijo crisis!

«Aunque probablemente ha hecho lo que debía -asegura un experto en política económica- quizá eso mismo le va a costar una enorme pérdida de credibilidad y un desgaste irreparable».

El fenómeno no es nuevo. Carlos Solchaga mantuvo una actitud similar a principios de la década de los 90, cuando comenzaban a 'llover chuzos de punta', lo que le costaría un auténtico calvario que terminó con su salida del Ministerio en 1993, para ser sustituido precisamente por Pedro Solbes. «Me equivoqué entonces al pronosticar la profundidad de la crisis de 1991», reconocería años más tarde Solchaga ya alejado de las responsabilidades política.

No hay sin embargo razones objetivas para pensar que el vicepresidente está débil en el seno del Gobierno. Más bien al contrario, en las últimas semanas ha demostrado que manda y mucho, al imponer su criterio de que el Instituto de Crédito Oficial no debía ayudar a la promotora Martinsa-Fadesa, aún a costa de que ésta suspendiese pagos, como finalmente se ha visto obligada a hacer.

Solbes ha conseguido cortocircuitar todos los intentos de influir en el presidente Rodríguez Zapatero para ayudar ' por la puerta de atrás' a la inmobiliaria de Fernando Martín. Hay en esa decisión un lógico temor a la riada de reclamaciones similares de ayuda que podían haber florecido en todo el sector inmobiliario y de construcción, acuciado por importantes 'apreturas' financieras, pero también un indisimulado deseo de que la naturaleza actúe y esterilice un poco la 'burbuja' que falseaba la realidad de la economía española. «Martinsa -ha dicho esta semana, con su habitual tono descargado de matices fonéticos- incurrió en riesgos excesivos».