COLOR. Óscar Freire se enfunda el maillot verde en el podio. / EFE
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El pelotón llega a Los Alpes Freire apuntala el liderato de la regularidad con su primera victoria de etapa

Cavendish se quedó descolgado en el último puerto y no pudo disputar el sprint ni sumar puntos por el jersey verde El cántabro suma ya cautro triunfos en la ronda francesa

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El puerto del Agnello servirá para abrir el menú del Tour de Francia en los Alpes. La primera etapa alpina de la prueba tendrá un final en alto, en Prato Nevoso, a 1.615 metros de altitud.

Italia se ha quedado sin el mejor corredor italiano que había en la prueba, Riccardo Riccó, en quien tenían puestas muchas esperanzas en su país después del Tour que llevaba.

No estará Riccó, pero sí los 183 kilómetros previstos entre Embrun y Prato Nevoso. La gran novedad es que entre la primera y la segunda etapa alpina hay un día de descanso. El puerto de Agnel, así lo llaman los franceses, está situado a 2.744 metros de altitud, tiene 23 kilómetros de subida y unos porcentajes medios del 6,6%. Todo un coloso situado en el kilómetro 58 de la etapa.

Hará daño, pero se encuentra muy lejos de la meta. Tiene 76 kilómetros de descenso. Antes de llegar a Prato Nevoso habrá otros cincuenta kilómetros de plano. La estación alpina italiana, situada en el valle de Cuneo, no tiene mucha historia, ni parece un puerto decisivo. Está situado a 1.615 metros de altitud, cuenta con trece kilómetros de subida y un 7,3% de porcentaje.

La etapa no debe de servir para que se marquen muchas diferencias en la general. Los que aspiren a destronar a Cadel Evans sólo tienen una posibilidad: la de atacar. Carlos Sastre sabe que al CSC no le queda otra solución que la de moverse. «En los Alpes va a decidirse el Tour . Las etapas más duras son las de Jausiers y Alpe D'Huez», afirma Sastre. «Que no haya estado metido Cavendish en el sprint no le quita ningún mérito a mi victoria». Óscar Freire quiso explicar esa cuestión antes de entrar en materia. «Bueno, en qué hablo, que me lío», le dijo al intérprete. Lo hizo después de ganar la sexta llegada, que parecía ideal para un sprint masivo en lo que llevamos de Tour. Con Freire hemos terminado por perder el norte, la perspectiva. El ciclista no puede fajarse en una llegada multitudinaria con corredores como Cavendish, Boonen, Hushovd o Benatti.

Su arte, sus virtudes, son otras, cosas menos rígidas, más diversas. Le van las metas complicadas, aquellas en las que hay repechos, alguna curva. En las que lo importante es meter un desarrollo brutal y arrancar, está en desventaja. Lo ha estado siempre. Podemos añadir que su equipo, Rabobank, está diseñado en este Tour en torno a Denis Menchov, para buscar el triunfo final, el maillot amarillo, por lo que el maillot verde de Óscar deja a los holandeses un poco fríos.

Freire va de verde gracias a sus méritos. El único apoyo que ha tenido de su equipo le ha llegado por medio de Flecha, «que es el único que me ha podido apoyar». Situaciones todas ellas que no son nuevas. El año pasado estaba Rasmussen, y el anterior Menchov y un grupo de corredores que buscaban etapas. Rabobank sabe que Freire es capaz de buscarse la vida en los metros de la verdad, y no le arropa nada. Esta todo el día al descubierto, pasando corredores por donde buenamente puede. Lleva cuatro etapas ganadas en el Tour en todas sus participaciones.

Freire, encerrado

No hace falta preguntarle mucho para conocer la realidad de un equipo que siempre se ha comportado de la misma manera, algo que Freire no ignora. «No he visto a nadie arrancar como lo hizo Cavendish en Nîmes. Si hubiese llegado delante podría haber ganado. En muchas llegadas, antes del sprint final, he tenido que hacer varios sprints en los últimos tres kilómetros para poder colocarme, y así ganar se complica mucho», explicaba.

Freire se imponía al colombiano Leonardo Duque, vencedor de una etapa el año pasado en la Vuelta a España, y a Erik Zabel. El que lanzó el sprint fue el francés Feillu, que arrancó como un loco, fuera de distancia, y acabó perdido en la clasificación, además de desordenar la cabeza de un pelotón que ya iba rápido. Freire se quedó encerrado, precisamente lo que más temía, puesto que era una meta en la que hacían falta fuerza y estar bien situado. Se tuvo que descolgar un par de puestos en la llegada para tener el camino más despejado.

Lo hizo bien, con inteligencia, sacando partido de todo lo que lleva a su lado. Ha sido el día de Cantabria en el Tour.