REGRESO. Los caballos volvieron a ser los protagonistas al repetir cita en el recinto. / C. C.
SAN FERNANDO

Fin de fiesta

Los fuegos artificiales y la novedad de la quema de la caballa, situada frente a la caseta municipal, echaron el cierre de la Feria del Carmen y de la Sal tras seis días de fiesta

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Se acabó. La Feria del Carmen y de la Sal se despidió ayer de los isleños hasta la próxima edición y lo hizo con los fuegos artificiales de siempre y con la novedad de la quema de la caballa situada en frente de la caseta municipal. Atrás volvieron a quedar los recuerdos de los buenos momentos, las orquestas, las tapas de pescaíto frito, las emociones de las atracciones y el reencuentro con los viejos amigos.

Nuevamente la actividad del Real por la mañana fue inusual por la cantidad de personas que paseaban por las calles del recinto, cada una soportando el calor como buenamente podía. En esta ocasión, se dieron cita para ver a la Virgen del Carmen llegar en procesión marítima al pantalán de la Magdalena. Tras el encuentro en el paseo, los asistentes marcharon para las casetas y allí ya se encontraban los socios de la asociación hípica La Isla, que como prometieron regresaron a la Feria, una vez que realizaron la ofrenda floral en la Iglesia del Carmen a la Patrona de la ciudad.

Un ambiente festivo que para muchos se convierte en el anhelo de que sea la tónica general de una Feria que como cada año tiene sus luces y sus sombras. Entre los datos postivos destaca el que no se haya producido ningún percance de gravedad y entre lo negativo que queda un duro trabajo para que recupere el prestigio para el resto de la Bahía. Aún así, parece ser que las últimas jornadas diurnas abren un atisbo de esperanza, se han acercado más personas al mediodía, pero el calor sigue siendo un inconveniente que impide una explotación completa. De todos modos, las iniciativas de este año no deben perderse y a ellas hay que sumar nuevas propuestas para conseguir que el número de casetas vuelvan a estar al alza y el aspecto del recinto sea el que se merece una fiesta como la que celebra San Fernando para conmemorar a su Patrona.

Con la tarde la tranquilidad volvió a la zona. Mientras algunos feriantes descansaban tumbados en el césped, otros preparaban sus puestos a la espera de aumentar parte de los beneficios obtenidos a lo largo de los días.

A la vez que el sol perdía fuerza, la actividad aumentaba hasta que las casetas volvieron a llenarse con el rumor de la gente. En las atracciones la música se situaba por encima de los decibelios que un oído es capaz de soportar, con la intención de atraer la atención de los visitantes.

Aún era temprano cuando las familias se preparaban para ver los fuegos artificiales, tras realizar un paseo tranquilo y grabar en sus retinas las luces de los adornos y en el olfato el olor a algodón de azúcar, piñonate o manzana de caramelo. Unas sensaciones que se revivirán con añoranza en los próximos días y que algunos guardarán con celo hasta que otra festividad llegué para llenar el vacío.

Estallido de color

Una explosión repentina en el cielo anunció al fin de fiesta. En ese momento todos los ojos de las personas que estaban en el ferial se alzaron al cielo para ver un espectáculo de color. Las expresiones de asombro se sucedían cada vez que la oscuridad de la noche se teñía de azul, rojo, verde y se convertían en exclamación cuando los colores se mezclaban.

Además, también se hizo la quema de la caballa, una novedad que despertó la curiosidad de los ciudadanos que se agolparon hasta dificultar sobremanera la visión. Los incansables aprovecharon para cerrar la Feria por la mañana y comenzar de nuevo a la espera para la próxima.