SOMOS DOSCIENTOS MIL

Cerco a la Iglesia

No es frecuente que en estas líneas, que cada martes me acercan a todos ustedes, me desvíe de los temas estrictamente locales. Sin embargo hoy he decidido separarme inicialmente de esa tendencia -aunque al final verán que todo está ligado con lo que pasa en mi pueblo- pues me preocupa sobre manera el cerco con el que últimamente se está intentando callar a la Iglesia Católica. Primero fue el tema de eliminar la financiación. Después nos salieron con la renegociación de los acuerdos con la Santa Sede, al objeto de equiparar los católicos a cualquiera de las confesiones que se profesan en España. Sin embargo, todo parece indicar que la cosa no termina ahí.

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Ahora nuestras Autoridades se están obstinando en hacer desaparecer a la Iglesia Católica de la escena pública a cualquier precio. Si han tenido ustedes la oportunidad de ver a través del televisor las imágenes que nos llegaron sobre la liberación de Ingrid Betancourt, en ella se escenificó básicamente la inteligencia y magnanimidad del gobierno Colombiano, unido a diversos recuerdos a otros países cuya colaboración ha sido importante, caso del gobierno francés. Yo, que tuve la oportunidad de ver aquellas imágenes de forma íntegra y en directo, a través del canal colombiano, Caracol Televisión, les juro que lo primero que hizo en su comparecencia la liberada fue dar gracias a Dios. Ingrid Betancourt desgranó su larga rueda de prensa ante los periodistas, entre agradecimientos al Presidente Uribe, a las Fuerzas Armadas, al Gobierno Francés, a aquel General, a este compañero, y todo ello aderezado por continúas referencias a su religión que, en los momentos más difíciles, le había servido para salir adelante. ¿Vieron algo de esto en la televisión española? ¿Salió alguna imagen en referencia al Rosario que Ingrid se había fabricado y que lucía y luce orgullosa en su muñeca? ¿Pudieron ver alguna escena del momento en que un sacerdote rezaba con ella al pie del avión que le había devuelto la libertad?... Por supuesto que no. No interesa mezclar noticias sobre la habilidad política para devolver la libertad a un secuestrado, con esas otras que versan sobre una persona sencilla que, tras sufrir una degradación de primer orden, habla de fe. Una persona que habla sobre religión, sobre una religión, la católica, que en pleno siglo XXI sigue ayudando a los seres humanos en los momentos de mayor pesar.

En nuestro país hace unos días se celebró el congreso nacional del PSOE. Lejos de hablar sobre el paro, el IPC, la inmigración, la carestía de los productos o el alza incontenible de las hipotecas; en definitiva, sobre aquellos temas que preocupan a los ciudadanos, el partido que sustenta nuestro Gobierno se dedicó a zancadillear el tortuoso camino de su relación con la religión mayoritaria del país, llevando a las ponencias congresuales temas tales como la ampliación de los supuestos de aborto, o la implantación de la muerte voluntaria a través de la eutanasia.

Pero como todo parece responder a un plan perfectamente orquestado, Jerez no iba a ser menos escapando del mismo. El párroco de San Juan Bautista de la Salle y Las Flores lleva unas semanas en el ojo del huracán porque en terrenos propiedad del Obispado ha montado una Capilla.

¿Qué pensaban los vecinos que debería haber montado la Iglesia?: ¿un bingo?; ¿un salón de actos?; ¿un centro vecinal?; ¿un bar con precios populares?...

No, mire usted, la Iglesia Católica instala en sus terrenos Capillas, Iglesias y, en definitiva, todo aquello que a su entender nos sirva a los fieles para acercarnos un poco más a Dios. Si los vecinos quieren centros vecinales, salones de actos o cualquier otro tipo de equipamiento -y en su derecho están, deberán reclamarlo al Ayuntamiento, pero los terrenos del Obispado deben ser terrenos para curtir la fe, y en ello trabaja mi entrañable párroco.

Si son ustedes personas de poca fe, les animo a que acudan a la Misa para niños que cada domingo a las 11,30 se celebra en la parroquia que hay tras Hipercor y que dirige el citado párroco. Por cierto, no busquen un gran edificio pues de momento la parroquia no es más que una caseta de obras.

A lo mejor, si asisten a esta celebración con cierto espíritu infantil, comienzan a entender que la Iglesia está más viva que nunca y que de hecho, aún tiene mucho que decir en el escenario de un país donde desviar la atención del ciudadano hacia otros problemas, se ha convertido en deporte nacional.