VUELTA DE HOJA

8 comensales, 8

L a Cumbre sobre el Hambre ha concluido sin que se lograran grandes acuerdos en la sobremesa. La ironía, que sirve para todo y no basta para nada, según Amiel, que era muy mordaz, como casi todos los tímidos, no debe ser utilizada en este caso. Es demasiado fácil zaherir a los representantes de los países opulentos porque se hayan reunido en Japón para tratar el problema del hambre celebrando una fastuosa comida. ¿Hubiera sido mejor que lo hicieran comiéndose una hamburguesa cada uno en el Mc Donald más cercano? El terrorífico problema hereditario del hambre, que más que un problema es una afrenta, afecta a muchas más personas que el del acoso al idioma español, también llamado castellano. (Nos tendrían que partir la boca a cinco mil millones de hispanohablantes para que dejara de estar en lenguas de la gente). Los ocho comensales reunidos en Japón para compartir mesa y mantel no son en absoluto culpables de que en otros lugares de este absurdo planeta no haya mesas y los manteles se hayan convertido en sudarios. Quizá confundan el hambre con el apetito, pero ninguno ignora el aforismo japonés que asegura que toda la belleza del Fijuyama carece de atractivo para el hombre hambriento.

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Después de hablar del cambio climático, del precio del petróleo y de la crisis global, han dedicado un buen rato a charlar sobre el hambre. ¿Qué otra cosa pueden hacer cuando todos los problemas son prioritarios?, ¿cómo solucionar, a la hora del café, algo que es una emergencia desde hace siglos? El hambre siempre ha sido el canto coral del hombre y los poetas han soñado «un vapor oceánico de sopa y una gran panoplia de cucharas», pero hay que seguir ocupándose de eso y buscar soluciones, en ver de ironizar sobre los representantes del opulento club G8. Una mala convivencia es compatible con una buena digestión.