Opinion

Renovación y optimismo

El 37º Congreso del PSOE se cerró ayer con la elección de su dirección por la práctica unanimidad de los delegados; dato que certifica la existencia en su seno de una cohesión capaz de diluir las lógicas incomodidades que suscita el reparto de las responsabilidades partidarias. En su doble condición de secretario general socialista y de presidente de gobierno José Luis Rodríguez Zapatero ha logrado concentrar el poder interno que no tuvieron sus predecesores, ni siquiera Felipe González. Un poder del que ya se valió en el nombramiento de las ministras y ministros sin atender a los tradicionales equilibrios entre sectores de influencia en el partido, y que ayer le llevó a la renovación generacional y de áreas en una ejecutiva que ha desplazado hacia el comité federal tanto la representatividad territorial del PSOE como la permanencia de muchos de los nombres que han protagonizado las últimas décadas de historia socialista. Renovación que podría contar con una segunda parte si Rodríguez Zapatero aprovecha el semestre de la presidencia española de la UE en 2010 para introducir cambios en la composición del Gobierno. La nueva dirección responde sin duda a un diseño personal del secretario general reelegido la víspera. Aunque el hecho de que contase con el respaldo del 99% de los asistentes al congreso indica que su composición ha satisfecho al partido en su conjunto. Sin embargo la presencia de tan sólo tres miembros del Gobierno, incluido el propio Presidente, en una ejecutiva de 32 miembros y de otros tres ministros en el Comité Federal distancia de tal manera ambos ámbitos de responsabilidad que podría debilitar por un lado la autoridad y la autonomía de los titulares de las carteras ministeriales y, por el otro, la de las secretarías elegidas ayer, realzando aún más el poder de Rodríguez Zapatero pero restando efectividad a sus respectivas tareas.

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Ayer Rodríguez Zapatero quiso dedicar buena parte de su discurso de clausura al problema que hoy más preocupa a los españoles, el de la economía. La insistencia del Presidente en ofrecer la versión más optimista posible sobre la situación le llevó a consagrar a su partido como «el que mejor representa a los ciudadanos que confían en sí mismos». Sin embargo esa confianza no se está proyectando necesariamente hacia la acción del Gobierno. Las dudas y el escepticismo que las previsiones de sus responsables suscitan entre muchos expertos y actores de la economía y la baja consideración que entre estos mismos han generado las medidas anunciadas por el Ejecutivo son buena muestra de ello. Además, la parsimonia gubernamental tanto a la hora de reconocer las señales más inquietantes como a la de arbitrar respuestas se está haciendo patente incluso ante la anunciada presentación del contenido y de la agenda para el diálogo social, cuya puesta en marcha constituye el desafío y la oportunidad con los que el Gobierno cuenta para transmitir a los ciudadanos la confianza necesaria para sostener el discurso más optimista posible.