Editorial

Recobrar la credibilidad

El anuncio del presidente Rodríguez Zapatero de que recibirá a los agentes sociales el próximo día 18 en La Moncloa constituye un ejemplo elocuente de las dificultades del Gobierno para transmitir credibilidad sobre su política para combatir los efectos de la desaceleración y contener la pérdida de confianza que atenaza al conjunto de la economía. La reunión se producirá dos meses después de que el jefe del Ejecutivo subrayara la urgencia de la iniciativa, en un arranque de legislatura condicionado por la sucesión de indicadores negativos y el obligado recorte de las previsiones de crecimiento. El Gobierno tiene motivos objetivos para explicar el deterioro sufrido por las perspectivas económicas, tanto por el impacto global que ha adquirido la crisis como por la conjunción de factores inesperados como las restricciones financieras, el encarecimiento de los alimentos y, particularmente, el alza hasta los 130 dólares del barril de petróleo. Pero la admisión de los obstáculos existentes para poder contener algunas de las consecuencias más gravosas del frenazo económico no exime al Ejecutivo de identificar con rigor la coyuntura en la que nos encontramos, porque del mismo modo que el alarmismo injustificado puede acelerar la desconfianza, la relativización de un desgaste que los ciudadanos perciben a diario en sus bolsillos disocia el discurso de los encargados de la política económica de quienes sufren más directamente las consecuencias de la ralentización.

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La dilación en convocar a sindicatos y empresarios refleja tanto esa perjudicial disparidad en la percepción de la crisis, como un cierto desconcierto del Gobierno a la hora de afrontarla. Resulta cuando menos llamativo que el encuentro del día 18 se haya fijado cuando ya se ha desencadenado una movilización de la entidad de la protagonizada por los transportistas. Como son censurables los mensajes confusos y en ocasiones contradictorios de los distintos departamentos en temas como la vivienda; la falta de concreción sobre las nuevas medidas de estímulo económico anunciadas por el presidente o sobre el plan de recolocación de desempleados; la reacción tardía ante la inflación; la renuncia a explorar alternativas energéticas ante un encarecimiento del crudo cuyas causas, según advirtió ayer la Comisión Europea, son estructurales antes que coyunturales; o la habilitación de una parte sustancial del superávit público para cubrir el reintegro de los 400 euros cuya efectividad para reanimar el consumo es más que dudosa. La globalización de las dificultades y el hecho de que herramientas como los tipos de interés estén fuera de su control limitan la capacidad de respuesta del Gobierno. Pero eso no significa que no dispusiera de margen para adecuar más eficazmente su estrategia económica y presupuestaria. El examen al que ésta será sometida hoy en el Congreso, en la votación sobre el techo de gasto para 2009, evaluará el grado de credibilidad y solvencia con que cuenta el Ejecutivo.