Artículos

El otro quiosco

El tiempo, esa fluidez mágica que algunos dicen que existe, pero que sólo advertimos cuando se nos ha ido, no es lo mismo para todo el mundo, pues a unos les parece cansinamente lento y a otros perdidamente fugaz. La solución de tal enigma posiblemente reside en la intensidad con que vivimos la vida en nuestro interior.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Lo cierto es que algún gestor del Ayuntamiento no sintoniza del todo con un hombre de la calle, Álvaro López, que está esperando hace bastante tiempo un quiosco que estoy reclamando desde la prensa por sexta vez. No creo que entrañe problemas tan complejos como el de Santa María del Mar. Quizás atender asuntos más transcendentales haga que se pospongan otros.

La demora origina muchas dificultades a este hombre. Hace unos días lo vi volviendo a bajar la rampa del garaje Rebollo con todas sus vituallas a las diez de la mañana bajo una lluvia pertinaz e imprevista.

Que al menos la clemencia de «quien corresponda» alivie la inclemencia de este mayo veleidoso.

Como en nuestro acervo popular hay refranes para todo podemos sentenciar «las cosas de palacio van despacio» versus «quien espera desespera».

Es posible que el hombre, según el rol que desempeña naufrague o no en esta dimensión capciosa del tiempo. Por ello, las cosas a veces no llegan a ser lo que se quisiera.

Para los afanes y la esperanza de unos el tiempo debiera ser más benevolente aunque no fuera así para los otros. Pero el tiempo es dúctil por más que miles, millones y millones de relojes se empeñen en decirnos lo contrario.



José María Vinardell Crespo. Cádiz