Opinion

A mi abuelo Cayetano Aguirre Cámara

El 28 de julio de 1936, se confeccionó en el Ayuntamiento de Puerto Real, una relación de personas, que dio paso a muy «peculiares jubilaciones» cuyo funcionamiento corrió la más diversa suerte en sus vidas en aquellos momentos de plomo y depuración.

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Mi inolvidable y querido abuelo Cayetano Aguirre Cámara, movilizado décadas anteriores en la ominosa guerra de Cuba, distinguido con la Cruz Pensionada, fue «acusado» de «republicano» al ser expulsado -siendo esta noble ideología siempre respetable-, esta inculpación era completamente incierta, una venganza pueblerina, pero era preciso en aquel nuevo «régimen de orden» prescindir de mi recordado abuelo Cayetano Aguirre Cámara, durante toda su vida un estricto cumplidor de la ley, para colocar en su lugar a un muy directo familiar de un amigo de un alto cargo del impuesto régimen.

Mi muy laborioso abuelo paterno fue arrojado a la calle, condenándole al incierto destino, de tener que depender ya mayor de sus hijos, que dado «el pasado republicano», según la falaz acusación de las autoridades de entonces, se presentaba penoso, de ahí que se viese forzado a aceptar un trabajo de menor entidad, y pese a la lógica e inmediata ayuda de sus ejemplares hijos, en tan calamitosos años, había que subsistir, pues como mis abuelos, mis padres, mis tíos y tantos españoles de bien, era perentorio seguir viviendo en aquellos humildes hogares.

Recuerdo con inmensa admiración, como me refería un amigo nuestro, el denuedo de mi honrado abuelo Cayetano Aguirre Cámara, ejerciendo su obligado cometido laboral, que en todo momento contó con la fidelísima colaboración de su esposa Antonia Durán Prieto, mi bondadosa abuela, tras la execrable expulsión del Ayuntamiento como durante todas sus vidas. Mi indeleble reconocimiento y gratitud.

Alfonso Aguirre Cabezas. Puerto Real