Opinion

La vía balcánica

La cuestión que divide al PP es la relativa al modelo de Estado y a la idea de Nación en la que aquel deba sustentarse. Una parte de los dirigentes sigue pensando que la definición de España es la autonómica mientras otra está seducida por las propuestas confederales de Zapatero. Dígase lo que se quiera. María San Gil abandonó la ponencia política del Congreso del PP al comprobar que Rajoy es partidario de una solución más sensible al pacto con los nacionalistas. Como el PSOE. En la práctica esa ha sido la política oficial del partido desde que Zapatero propuso, al comienzo de la pasada legislatura, los cambios de los Estatutos. El PP promovió el valenciano, incluida la cláusula de Camps, y el andaluz con su definición de Andalucía como «realidad nacional».

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Esta aproximación a la lógica territorial del PSOE es la que ha estado de fondo en los cambios que ha hecho Rajoy en la cúpula del PP y la que ha producido un malestar generalizado en una gran parte de los cuadros del partido y, desde luego, en las bases. Mientras tanto, y ya con anterioridad a las elecciones marzo, han venido prosperando algunos movimientos cívicos dedicados a una concienciación sobre la necesidad de una reforma constitucional.

¿Con qué posibilidades? La derrota del PP y la división de éste, a la que aludí anteriormente, convierten estos empeños en algo puramente testimonial. Al margen del discutible éxito que pudieran tener en el interior del PP, habría que contar con la anuencia del PSOE, y no puede decirse que en estos momentos el Gobierno de Zapatero fuera sensible a mensajes de este tipo. Por el contrario, las tesis más cercanas a la idea del Estado que viene defendiendo el PSOE serían, como he dicho, las mantenidas por Rajoy.

Por hacer un resumen de la situación, con voluntad histórica, habría que convenir que, después de la dimisión del PSOE como partido defensor de la unidad de la Nación, un giro del PP al plurinacionalismo terminaría ciertamente con las contradicciones entre los dos partidos de cobertura estatal y los regionales pero, al tiempo, con la existencia misma de España como nación de ciudadanos libres e iguales. Comenzaría una experiencia muy distinta, no exenta desde luego de tensiones interterritoriales...graves o muy graves. En esta perspectiva lo mejor que podría ocurrir es que la balcanización fuera pacífica.