Sociedad

Buscando vida bajo el hielo marciano

Me imagino a mis amigos biólogos -y a otros muchos científicos- dando saltos en sus despachos si un día nos llega desde Marte la noticia de que se ha encontrado vida. Vida a buen seguro microbiana y también, muy probablemente, fósil. No sería para menos. Solamente saber si en su estructura molecular está el ADN ya sería seguramente el hecho científico más destacable del siglo.

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Saber si la hipotética vida marciana está basada en la misma molécula que soporta a todos los seres vivos terrestres, descendientes de un único primigenio, sería un hito decisivo para la biología y la medicina -y porqué no, la filosofía- con implicaciones que seguramente se nos escapan. Y eso a un coste ligeramente superior -o semejante- al presupuesto anual de cualquier equipo de fútbol de primera línea.

Llegar a Marte no es fácil. Está cerca para los estándares astronómicos -viaje de unos 700 millones de kilómetros, o 75 millones de kilómetros en línea recta cuando ambos planetas están uno frente al otro- y es fácil dar en la diana, pero no posarse suavemente en su superficie. De hecho, casi el 50% de las misiones que allí se han enviado han fracasado, normalmente espachurradas en su superficie. El problema es la entrada en la alta atmósfera, rápidamente cambiante en sus propiedades con la hora del día y el año. De ahí que se hayan ensayado todas la técnicas de descenso: aerofrenado, paracaídas varios, retrocohetes y airbags.

Son muchas las misiones que han ido a Marte, pero faltaban aún por explorar sus polos, y en uno de ellos se ha posado Phoenix. La nave explorará el subsuelo polar a la búsqueda de agua y vida. Si todo sigue su curso, nos esperan tiempos emocionantes a la espera de una respuesta que parece no querer llegar nunca: ¿hay o hubo vida en Marte?