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Iglesia y política

La legislatura anterior fue de dura confrontación entre la jerarquía eclesiástica católica y el Gobierno porque chocaron irremisiblemente dos humanismos en alguna medida contrapuestos: el laicismo radical y renovador del impetuoso equipo socialista que llegó al poder llevaba consigo un bagaje doctrinal basado en la «libertad como no dominación» que había de plasmarse en reformas jurídicas poco gratas a la Iglesia tradicional.

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La nota orientativa de la CE sobre las elecciones generales del 9-M era ya de una dureza extrema e incurría en falsedades calumniosas: insinuaba que el Gobierno había hecho concesiones inmorales a ETA y reprochaba al Gobierno un recorte de la libertad de enseñanza. Finamente, la mayoría socialista salió reforzada de la consulta electoral y el PP, como es natural, ha entrado en crisis tras esta segunda derrota consecutiva. Y en esta coyuntura, la Iglesia oficial ha decidido intervenir, no sólo para seguir su vieja lucha contra el laicismo del Gobierno sino también para marcar las pautas a la derecha. La Cope, su cadena de radio, que fue ariete de infieles durante la anterior legislatura y mantuvo una estrecha simbiosis con el PP, es ahora la principal enemiga de Mariano Rajoy. Esta pretensión intervencionista no ha surgido súbitamente: proviene de la condescendencia de Rajoy y de la cúpula del PP durante la pasada legislatura con las consignas lanzadas desde la Cope. El líder de la oposición rozó constantemente el ridículo al no ser capaz de marcar su territorio y de imponer su autonomía personal frente a quienes lo estaban manipulando. El Gobierno debe tomar nota de la actitud reaccionaria de la Conferencia Episcopal, y aprovechar quizá para renovar unos acuerdos que son ya un anacronismo. Pero el verdadero problema lo tiene el PP, que ha alimentado al monstruo que se dispone ahora a devorarlo.