TRIUNFADOR. Lugo exterioriza su alegría tras los comicios. / AP
FERNANDO LUGO PRESIDENTE ELECTO

La esperanza de los pobres

«Si mi actividad y mi desobediencia a las leyes canónicas causaron dolor, pido disculpas sinceramente a los miembros de la Iglesia», manifestó ayer el recién elegido presidente de Paraguay, Fernando Lugo, ex obispo católico pero todavía religioso al fin y al cabo. El Vaticano, sin embargo, parece no poder reaccionar. Está sorprendido con su caso, único en el mundo.

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Lugo fue durante once años obispo de San Pedro, una de las regiones más pobres de su ya pobre país, y renunció en 2005 para entrar en política primero y ser candidato a presidente después. La cúpula eclesiástica rechazó su dimisión, pero le suspendió a divinis, una sanción que le impide ejercer el ministerio.

Nacido en 1951 en el seno de una familia perseguida por la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-89), Lugo abrazó temprano la actividad religiosa. Su padre y seis hermanos mayores habían sufrido cárcel, torturas y exilio, y frente a un destino que parecía inevitable se ordenó sacerdote en 1977 y se fue a Ecuador a trabajar como misionero junto a indígenas y campesinos. Allí comenzó a manifestarse su interés por la Teología de la Liberación, una corriente progresista de la Iglesia que compromete a un trabajo pastoral por los más pobres. En 1982 volvió a Paraguay, pero el totalitarismo todavía reinaba en el país y siguió viaje a Roma, donde se licenció en Sociología y se especializó en Doctrina Social de la Iglesia.

Volvió a su país en 1992, en vísperas de las esperadas elecciones libres y, con apenas 42 años, fue designado obispo en la diócesis de su pueblo natal, San Pedro, donde destacó como un líder popular y comprometido, capaz de brindar su apoyo político a los campesinos sin tierra. Enseguida se hizo conocido como 'el obispo de los pobres'. Sin oposición política partidaria capaz de organizarse, Lugo se erigió casi de forma natural en el hombre idóneo para vencer al Partido Colorado. En 2005 presentó su renuncia eclesiástica y empezó a articular una fuerza política que para 2006 había podido convocar una manifestación con más de 40.000 personas.

A pesar de que su elección se enmarca en una tendencia regional hacia opciones de centroizquierda, Lugo se niega a identificarse con un presidente y prefiere presentarse como un instrumento para la transformación. No obstante, asegura que su Gobierno transitará un camino que no desentonará con el progresismo del vecindario.