MIRADAS AL ALMA

de camas vino un torero

Se es como se es sin más, con la valentía de plantarse en la aventura de la vida y ser fiel a uno mismo; intuyendo aquellos designios primitivos que la honda naturaleza hace renacer en nuestra infancia y siguiéndolos por corazonada; haciendo el paseíllo parsimoniosamente y atendiendo las embestidas de la vida con temple y, de paso, mirando hacia los adentros, con aquellos chispeantes atisbos de romanticismo.

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Se cree en uno mismo porque se siente con fe ciega que el camino escogido es el acertado. Francisco Romero López, el día en que su madre lo parió, sintió y creyó en esos designios espirituales en aras de crear belleza y armonía en su quehacer.

Ser fiel al sentimiento es la más astuta manera de no equivocarse y de paso no engañar a nadie. Hoy a este artista le han concedido el honor de ser nombrado miembro de honor de la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. Antes le levantaron un monumento a pies de la Maestranza y cientos de honores más.

Quizás hoy Curro, que bien sabe no precisa de tales honores ni de superfluos homenajes, se acuerde más que nunca de aquellas tardes de novillero en la Pañoleta, en las que sus ansias y esperanzas sólo volaban en su corazón, imaginando cómo lancear en su capotillo al toro de su destino y cómo dibujar en su muleta los colores y olores de su pureza misma.

Ser amén de su oración y crear el milagro del toreo eterno. Ser auténtico sin más, con dignidad humana, honor y elegancia; ser uno mismo y lo demás lo pone la vida y el arte.