AUTÉNTICA. Lola Flores en su pedestal parece querer arrancarse para hacer una patita.
Jerez

Una auténtica reina

La Lola Flores de San Miguel, inmortalizada por Víctor Ochoa, ha logrado convertirse en una de las atracciones del castizo barrio

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Ahí está desde hace ya cinco años. Enroscada en sí misma mientras gobierna su barrio porque es la Faraona de la I Dinastía del arte de los Flores, oriundos del barrio de San Miguel.

Lola quedó inmortalizada para siempre en su tierra, con su barrio y con su gente. Otra de las maravillosas obras que Víctor Ochoa ha dejado en Jerez. Dicen en el barrio que las mujeres cuando salen a la calle le dan los buenos días. Aurora lleva toda la vida trajinando con los mandados desde la calle Galván a la Cruz Vieja. «Cada vez que la miro le cuento mis cosas. Aunque ella llevó una vida más desahogada, también supo lo que fue sufrir. Ella me entiende cuando le cuento algo», sentencia. Los trajes de flamenca de Maribel Barroso crecen a las faldas de la flamenca más genial que han dado los tiempos, y los colchoneros de la peña atlética le miran el escorzo y piensan qué grande hubiera sido si en lugar de folklórica hubiese sido futbolista. Uno de los socios al preguntarle afirma que «Lola hubiera triunfado en la vida en cualquier cosa que hubiera hecho. Ella era el arte y la esencia».

Con vida

Se escuchan los golpes a compás del hacha del Peli en su carnicería, y parece que Lola se quiere bajar del pedestal donde vive y hacerse una patita por bulerías. «Parece que se va a arrancar en cualquier momento», subraya un vecino.

La Lola no se va a los puertos. Se queda para siempre con los suyos en su barrio, muy cerca de donde su padre tenía ese tabanco donde los hombres mataban tantas calores pasadas en esos campos de Dios. Ni el palacio de Villapanés y su pórtico florido parece restarle protagonismo a Lola Flores. Lleva en el barrio cinco años y la gente ya la ha coronado como si fuese una Dolorosa. Valle, Esperanza y Lola Flores. Las tres Reinas de la collación. En estos días de penas pasionales, la flamenca de los duendes negros también llora su pena, penita pena. Inmortalizada para siempre, quizá Víctor Ochoa no sabe cuánto bien le ha hecho al barrio, cuanta comunicación. Ha logrado que exista una relación vecinal entre su obra de bronce y las personas de carne y hueso que la rodean.